viernes, 29 de abril de 2016

Los medicamentos: ¿un bien público mundial?*

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http://www.redalyc.org/pdf/843/84324201.pdf

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Biomédica
ISSN: 0120-4157 biomedica@ins.gov.co Instituto Nacional de Salud Colombia
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Velásquez, Germán
Los medicamentos: ¿un bien público mundial? Biomédica, vol. 24, núm. 2, junio, 2004, p. 0 Instituto Nacional de Salud
Bogotá, Colombia

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=84324201
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Biomédica Instituto Nacional de Salud Volumen 24, No. 2 - Bogotá, D.C., Colombia - Junio, 2004
Editorial
Los medicamentos: ¿un bien público mundial?*
En pleno siglo XXI, la tercera parte de la población mundial carece de acceso regular a los medicamentos; el 75% de la humanidad vive en los países en desarrollo y tan sólo compra el 8% de los productos farmacéuticos que se venden en el mundo. Sin embargo, no cabe duda de que disponemos de los medios técnicos y financieros necesarios para producir todos los medicamentos que el mundo necesita. ¿Cómo es posible, entonces, que de los 30 millones de personas infectadas con VIH en África, solamente 27.000 sean tratadas, y que 10 millones de niños menores de 5 años mueran cada año en el mundo, mientras que si hubieran tenido acceso regular a ciertos medicamentos esenciales, 8 millones de ellos se habrían podido salvar? Aproximadamente 10 años después de la aparición de los primeros antirretrovirales en el mercado, menos del 1% de las personas de los países en desarrollo que los necesitan tienen acceso a ellos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que anualmente se podrían evitar más de 10 millones de muertes de ahora al 2015, si se mejoraran las intervenciones en el campo de las enfermedades infecciosas y crónicas, la salud materna y prenatal. La mayoría de estas intervenciones depende de los medicamentos esenciales (1).
Vivimos en una época llena de contradicciones. Una niña nacida hoy en Mozambique tiene pocas probabilidades de cumplir los cinco años, mientras que otra nacida en Suiza tiene una esperanza de vida de ochenta años. Es un desequilibrio sobrecogedor que podría evitarse si solamente los estados llamados 'desarrollados' asumieran una voluntad política más firme y más amplia en materia de salud. Infortunadamente, los intereses y los privilegios comerciales de las naciones más desarrolladas priman sobre las urgencias sanitarias que se presentan en la mayor parte del mundo; el libre comercio es, ante todo, lo que los estados poderosos invocan para justificar su inercia. El acceso a los medicamentos ilustra dramáticamente este desequilibrio y constituye un ejemplo exacto que ilustra el impacto que tienen los imperativos comerciales en la vida y la muerte de millones de hombres y mujeres en el mundo. De hecho, este estado de cosas sólo se podrá modificar con la intervención decidida de los actores más importantes de la sociedad internacional: los estados, las organizaciones no gubernamentales y las compañías farmacéuticas que deberían sentirse igualmente comprometidas con el drama que se vive en Mozambique y en otros lugares del mundo. Es un desafío global que nos incumbe a todos y cuya respuesta internacional debería ser creativa, vigorosa y masiva.
¿Cuáles son los desafíos?
¿De dónde surge el debate que se ha dado en estos últimos tres o cuatro años en torno al impacto de las nuevas reglas sobre la propiedad intelectual y el derecho de las personas a acceder a los medicamentos que necesitan? (2). ¿Cuáles ha sido las características y las lecciones de este debate y de las negociaciones entre el comercio y el acceso a la salud? ¿Cuál es la importancia y la trascendencia de este problema? Y, finalmente, ¿cuáles son sus desafíos?
En 1995, mediante el Acuerdo de Marrakech, se creó la Organización Mundial del Comercio (OMC) que se funda sobre una serie de acuerdos multilaterales de carácter obligatorio, entre los cuales está el de los Aspectos de Derechos de Propiedad Intelectual Ligados al Comercio, ADPIC (conocido como TRIPS, por su sigla en inglés).Tres o cuatro años después, el sector de la salud 'se despertó' y se dio
*Conferencia dictada en la Universidad de Ginebra, abril de 2004, versión original en francés.
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cuenta de las implicaciones económicas, políticas y jurídicas de semejante acuerdo a escala nacional. Muchos países en desarrollo expresaron su preocupación y designaron a la OMS para que realizara un estudio de las posibles consecuencias del Acuerdo de los ADPIC sobre el acceso a los medicamentos. El informe de la OMS alertó a la comunidad internacional ante el hecho de que el acuerdo de los ADPIC era una iniciativa de los países industrializados y un reflejo de sus puntos de vista e intereses y que las necesidades de los países en desarrollo no habían sido necesariamente tomados en consideración. La OMS recomendó a los países en desarrollo aprovechar al máximo la flexibilidad ofrecida por el texto de los ADPIC con el fin de evitar las graves consecuencias sobre las políticas de salud pública y su capacidad de respuesta frente a la crítica situación.
A este trabajo y a la preocupación de los países en desarrollo, se anexaron rápidamente las campañas de las organizaciones no gubernamentales, como Mèdecins san frontierès y Oxfam International, así como campañas universitarias y, en pocos meses, este asunto se convirtió en tema y objeto de atención y de debate en la prensa de muchos países.
Entre 1998 y 2001 un proceso hizo correr ríos de tinta. Se opuso al gobierno de la República de África del Sur y a los 39 laboratorios farmacéuticos que intentaron evitar la aplicación de la ley farmacéutica (Medicines and Related Substances Control Amendment Act de 1997) inspirada en las recomendaciones de la OMS1. Este proceso aceleró y modificó considerablemente el debate. Unos meses después del final del proceso, el 20 de junio de 2001, por iniciativa de un grupo de países africanos, el tema del acceso a los medicamentos irrumpió en el seno mismo de la OMC. Las 144 delegaciones que manejan el Acuerdo sobre las ADPIC en Ginebra decidieron afrontar el problema. En noviembre 2001 en Doha (Qatar), la conferencia ministerial de la OMC adoptó la declaración “del acuerdo sobre las ADPIC y la salud pública”. Este texto les solicita a los países miembro de esta organización que apliquen este acuerdo de manera tal que se proteja la salud pública y se haga posible el acceso a los medicamentos. Éste “confiere a los países toda libertad para que escojan los motivos de atribución de licencias obligatorias y el derecho a determinar lo que constituye una urgencia nacional o una situación de emergencia” (3) . “Aunque esta etapa fue importante... la Declaración de la OMC deja en suspenso muchos problemas, especialmente el tema de las medidas que se deben tomar con el fin de ayudar a los países sin capacidad de producción para que puedan acceder a los medicamentos genéricos fabricados por fuera de sus fronteras”, declara la UNDP.
La reunión ministerial de la OMC en Doha, en noviembre de 2001, le entregó al Consejo de los ADPI2 la misión de encontrar, en el plazo de un año, la solución para lo que se llama el “párrafo 6” 3 : hallar la forma para que los países que no tienen capacidad de fabricación de medicamentos, puedan tener recurso a “licencias obligatorias”, un mecanismo jurídico previsto en el Acuerdo sobre los ADPIC. Las licencias obligatorias son un dispositivo cuyo objetivo es reducir los obstáculos que impiden el acceso a los medicamentos, cuando éstos son objeto de un monopolio, en virtud del sistema regulado por un período de 20 años.
Después de un año de un diálogo de sordos sin la menor solución concreta, los negociadores no hicieron sino mostrar su inconsciencia frente a la gravedad y a la urgencia del problema. La propuesta del párrafo 6 no es, en caso alguno, la panacea para todos los males que aquejan a la humanidad: se sabe que el problema de los precios, aunque es el principal obstáculo al acceso de los medicamentos,
  1. 1  La OMS recomienda a los países miembros que consuman medicamentos genéricos mucho menos caros que los de marca. Para mayor información sobre el proceso, consulte: Victory in South Africa, but the struggle continues. http:// www.aidslaw.ca/Maincontent/issues/cts/updateSA.htm
  2. 2  Órgano de la OMC en Ginebra, que administra el Acuerdo sobre los ADPIC y está compuesto por 144 miembros.
  3. 3  Las discusiones en que se enfrascaron los países miembros de la OMC en torno de la puesta en marcha del párrafo 6 de la Declaración de Doha, concluyeron en agosto del 2003 (mientras que la fecha límite era diciembre de 2002). Estas discusiones muestran muy claramente la oposición concertada y apoyada por el sector farmacéutico, de algunos países desarrollados, entre los cuales está Estados Unidos.
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no es el único. La accesibilidad depende básicamente de cuatro factores: la selección juiciosa de los medicamentos autorizados para ser distribuidos en el mercado de ciertos países; la existencia de dispositivos de financiamiento; la presencia y mantenimiento de sistemas y de infraestructuras de salud fiables y de precios accesibles para los enfermos o los sistemas de seguridad social. Sin ser el único factor determinante de accesibilidad, el precio de los medicamentos juega, sin la menor duda, un papel esencial. No es para menos que la OMC, 'administradores' de uno de los símbolos principales del proceso actual de globalización que constituye el acuerdo sobre los ADPIC, dejó pasar la ocasión de entregar un mensaje claro de 'buena voluntad' a los que, convencidos de la necesidad de desarrollar y de mejorar el comercio internacional, se ven en la obligación de luchar por salvar las vidas de quienes deberán producir los bienes que serán objeto de este comercio y que, en teoría, también deberían poder gozar de ellos. Es un enunciado bastante complicado, el simplificar y el decir qué sucede con las licencias obligatorias y con la generalización del sistema regulado después de estas negociaciones.
¿La investigación de qué y para quién?
En la lógica del sistema actual, si se le puede llamar lógico a este círculo vicioso, es indispensable la generalización del sistema regulado (de una vigencia mínima de 20 años), exigida por el acuerdo sobre los ADPIC, con el fin de permitirles a los laboratorios farmacéuticos privados que continúen con sus trabajos de investigación. Efectivamente, ésta es costosa y la regulación garantiza que haya precios altos en razón del monopolio que de allí se desprende (contrario, según algunos, a la libertad de comercio). Si, por un lado, estos precios altos estimulan la investigación, por otro lado, le impiden a la gran mayoría que los necesita, acceder a estos nuevos productos. Por supuesto que hay que salvar la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos, con la condición que puedan salvar vidas desde el momento en que se descubren. La continuación de las condiciones actuales del sistema nos llevará a perpetuar la situación absurda en la cual millones de personas mueren por falta de medicamentos que sí existen, cuando la sociedad contemporánea podría ponerlos al alcance de las mismas.
La investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos, en gran parte en manos del sector privado, dependen del mercado potencial del producto y no de las necesidades de salud de las poblaciones, especialmente de las más desprotegidas. Durante los últimos 20 años, prácticamente no se ha emprendido ningún estudio para el desarrollo de medicamentos contra enfermedades que afectan millones de personas de los países en desarrollo: la enfermedad de Chagas, las leishmaniosis, la esquistosomiasis o la enfermedad del sueño, por ejemplo.
Hasta hace muy poco, los pacientes que padecen la enfermedad del sueño no tenían otra alternativa que la aplicación de un tratamiento doloroso a base de arsénico, a falta de un medicamento más eficaz, y esto sucede con una enfermedad que afecta a 500.000 personas y amenaza a otros 60 millones en África. La enfermedad de Chagas amenaza a la cuarta parte de la población de Latinoamérica y ninguno de los medicamentos que existen es lo suficientemente eficaz para tratar los enfermos crónicos, ya sean niños o adultos. Sin embargo, debería ser posible aliviar el sufrimiento humano causado por estas enfermedades infecciosas: miles de millones de dólares que se destinan a la investigación y al desarrollo en materia de salud deberían permitir desarrollar tratamientos eficaces para combatir estas enfermedades. De hecho, muy pocos de los medicamentos nuevos que permiten curar enfermedades corrientes de los países en desarrollo fueron lanzados al mercado durante los últimos años, sencillamente porque muy poca investigación y desarrollo se ha llevado a cabo en este campo (4).
¿Los países del norte en peligro?
La aplicación de las nuevas normas jurídicas de propiedad intelectual para los medicamentos tendrá, sin la menor duda, consecuencias en el acceso a los tratamientos en los diez, quince, veinte años
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venideros. Si bien es cierto que los países en desarrollo sentirán estos efectos, también es muy probable que también sea el caso para los países industrializados, cuyas poblaciones, acostumbradas, desde hace unos cincuenta años, a tener acceso periódico y gratuito a los medicamentos, puedan reaccionar con fuerza si este derecho llegare a ser cuestionado. ¿Hasta cuándo los sistemas de salud de los países industrializados podrán soportar el aumento de los costos que acarrea la aparición de nuevas especialidades para combatir las enfermedades cardiovasculares, o el cáncer, o los medicamentos desarrollados a partir de la investigación pública sobre el genoma humano y, sin embargo, cubiertos por la reglamentación, o las terapias para el envejecimiento de la población? ¿Será que los países del norte van a esperar para analizar a fondo el problema de los precios altos en los medicamentos hasta que este fenómeno se convierta en una 'enfermedad contagiosa' que los puede contaminar?
En Estados Unidos, según las proyecciones de los centros Medicare y de los Medicare Services 4 , los gastos nacionales en salud van a aumentar al doble entre el 2001 y el 2011 (de US$1,4 a US$2,8 billones de dólares americanos) (5). Estiman que los gastos en productos farmacéuticos se triplicarán entre 2001 y 2011, pasando de US$142 a US$414 millares de dólares. En consecuencia, las aseguradoras privadas tendrán que enfrentarse a un dilema: reducir sus prestaciones o aumentar las primas.
En muchos países europeos, la porción de medicamentos en los gastos de salud es mucho más elevada que en Estados Unidos, donde no es sino del 10% contra el 17% en Francia5 , 16,3% en Bélgica, 17,1% en Grecia y 12,8% en Alemania6. Los gastos en medicamentos constituyen un indicador de los problemas a los que se enfrentan ahora y en el futuro los sistemas de salud construidos sobre principios de gratuidad y de calidad para todas las poblaciones. Son muchos los países europeos, entre ellos, Francia y Suiza que ya planean reducir la cantidad de medicamentos reembolsados o cubiertos por la administración pública. Las protestas sociales empiezan a aparecer.
La lucha contra el sida: ¿cómo recuperar el tiempo perdido?
Cuando el desastre anunciado del sida parece ser cada vez peor, el debate en torno al acceso de los medicamentos no deja de patinar, como si no hubiéramos aprendido nada, a pesar de los millares de enfermos que siguen muriendo diariamente. Halfdan Malher, antiguo director de la OMS, reconoció, con ocasión de una conferencia de prensa en 1986, haber perdido cerca de cuatro años por “no haberse dado cuenta” de la gravedad de la situación. Su sucesor, Hiroshi Nakajima, afrontado a difíciles retos y a intrigas políticas internas, “perdió” el Programa Mundial de Lucha contra el Sida - Global Programme on Aids - y se vio en la obligación de desmantelar la obra emprendida por Jonathan Mann. Unos años más tarde, Peter Piott, responsable de Onusida, declaraba que la lucha contra el sida había perdido nuevamente cuatro o cinco años, entre el desmantelamiento del programa de la OMS y el momento en que Onusida se volvió verdaderamente operacional a mediados de los años noventa. Cabría, entonces, preguntarse, lógicamente, si las Naciones Unidas están a la altura de la gravedad y de la urgencia del problema. Podríamos preguntarnos, incluso, hasta qué punto la comunidad internacional (opinión pública, sociedad civil y académica incluidas) ha sido cómplice de esta indiferencia.
Insuficiencia de medios, de mecanismos de ayuda y de resultados concretos de las grandes declaraciones de principios son características de la comunidad internacional. La Iniciativa de Acceso Acelerado (IAA) representó el acuerdo más importante en estos últimos años, sobre la rebaja de
  1. 4  Medicaid es el programa norteamericano federal destinado a las personas mayores de 65 años, a los minusválidos o a las víctimas de enfermedades crónicas.
  2. 5  Le Monde del 23/24 de abril de 2004 anuncia la decisión del gobierno de hacer que el reembolso pase en 617 especialidades del 65% al 35% y de no rembolsar 100 otras.
  3. 6  Datos del OCDE sobre salud 2002, cuarta edición.
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precios de los antirretrovirales (ARV) de los países en desarrollo (de US $12.000 en el 2000 a US $420 en el 2003 por persona y por año). Onusida lanzó esta iniciativa en mayo del 2000 con otras instituciones de las Naciones Unidas y con cinco laboratorios farmacéuticos (Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Glaxo SmithKline, Merck & Co. y Hoffman La Roche). A finales del 2001, la responsabilidad de la IAA fue transferida a la OMS. En tres años, 80 países manifestaron su interés, 38 elaboraron planes de acción y 19 concluyeron acuerdos con empresas, con el fin de participar en esta iniciativa. A pesar del interés general manifestado por los países, la cantidad de pacientes en tratamiento ARV en los países que aceptaron la iniciativa, continúa siendo insuficiente: menos del 1%, es decir 27.000 pacientes, cuando en África hay 30 millones de personas infectadas con el VIH7.
En junio de 2003, diez países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela) rechazaron las propuestas de la IAA y concluyeron un acuerdo mucho más favorable con los fabricantes indios y argentinos productores de ARV, con el fin de bajar los precios de 37 medicamentos, de los cuales 15 tienen el precio de referencia más bajo registrado hasta entonces en estos países. Para los tratamientos de primera intención (ZDV, LMDV, NVP) el precio pasó de US$1.100 (precio anterior más bajo) o US $5.000 (precio anterior más alto) a US $365. “Si el ahorro obtenido se utiliza para proveerse de ARV de primera línea, esto significa que se podrán tratar 150.000 pacientes adicionales. Estas negociaciones también incidieron en los estuches de pruebas cuyos precios cayeron entre 9% y 90% (6).
El Fondo Mundial de Lucha contra la Tuberculosis, el Paludismo y el VIH/SIDA fue aprobado por iniciativa del Secretario General de la Naciones Unidas en junio del 2001, con ocasión de la primera sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas consagrada a la pandemia del VIH/SIDA. La idea básica del Fondo, lanzada durante una reunión de los G8 en Okinawa en julio de 2000, es crear una sociedad pública/privada que permita darle una respuesta, a nivel internacional, a tres enfermedades que cada año le quitan la vida a seis millones de personas, especialmente a ciudadanos de los países en desarrollo. De esta manera, los estados más desarrollados del mundo y los principales actores económicos se comprometieron a contribuir económicamente a la búsqueda de una solución para esta situación intolerable a comienzos del siglo XXI. Desgraciadamente, las donaciones recibidas hasta hoy no representan sino el 20% de las sumas prometidas inicialmente; en otras palabras, tenemos una buena iniciativa, pero evidentemente no se cuenta con los medios necesarios para enfrentar el desafío que pretende solucionar. En China, por ejemplo, donde las autoridades consideran que hay un millón de habitantes infectados, un laboratorio farmacéutico occidental ofreció tratamiento ARV gratuito para 200 pacientes durante 8 años.
Estas iniciativas, como el Fondo Mundial, la disminución de los precios y las donaciones no proporcionan soluciones duraderas si miramos el panorama hasta el 2020, ni para los países en desarrollo, ni para los países desarrollados.
Existen otras iniciativas interesantes, por ejemplo, la iniciativa internacional para una vacuna contra el sida (IAVI), que reúne a los más prestigiosos laboratorios farmacéuticos, a los laboratorios públicos y a las organizaciones no gubernamentales. Uno de sus principios fundamentales es que después de haber descubierto una vacuna, sea puesta a disposición de la mayoría de personas a un precio mínimo y en el menor lapso de tiempo posible. Es una manera de evitar el sistema actual de regulación. Como lo hizo notar Jonas Salk, inventor de la vacuna contra la poliomielitis, cuando le preguntaron a quién le pertenecía su patente: manifestó, “A todo el mundo. Patentar una vacuna es como querer patentar el sol.”
La iniciativa más reciente, completamente prometedora (creada en junio de 2003 en Ginebra), es la creación de una nueva organización sin ánimo de lucro destinada a la investigación de medicamentos con el fin de luchar contra las enfermedades desatendidas que afectan a la población más pobre.
7 Estudio realizado por la OMS en Chéri Grace, Ginebra, 2003. Publicación en curso.
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Instituciones prestigiosas en el campo de la salud y de la investigación en Brasil, Francia, India, Kenya y Malasia se unieron a Mèdecins sans Frontières, para lanzar el DNDi, Drugs for Neglected Diseases Initiative (Iniciativa para la Lucha contra las Enfermedades Desatendidas).
Los seis asociados son el Consejo Indio para la Investigación Médica, la Fundación Oswaldo Cruz (Brasil), el Instituto Pasteur (Francia), el Instituto de Investigación Médica de Kenya, Mèdecins sans Frontières y el Ministerio de Salud de Malasia. El DNDi trabajará en estrecha colaboración con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial y el Programa Especial de Investigación y Capacitación sobre Enfermedades Tropicales de la Organización Mundial de la Salud (OMS/TDR). La OMS/TDR participará, además, como observador de los trabajos del consejo científico del DNDi con el fin de aportar su experticia científica y técnica.
Sólo el 10% de la investigación médica mundial está dedicada hoy en día a las enfermedades que causan el 90% de la morbilidad mundial. “Los pacientes de los países en desarrollo no tienen, entonces, otra posibilidad que tratarse con medicamentos que se volvieron ineficaces y con efectos secundarios significativos”, declara Yves Champey, director interino del DNDi. “El DNDi movilizará a los actores de la innovación científica con el fin de desarrollar nuevos tratamientos para los pacientes más necesitados”, agrega8.
El DNDi planea invertir US$250 millones durante doce años con el fin de desarrollar 6 a 7 medicamentos para combatir la enfermedad del sueño, las leishmaniosis y la enfermedad de Chagas, tres enfermedades mortales que afectan a 350 millones de personas anualmente.
Al situar el desarrollo de los medicamentos por fuera del mercado, estimulando al sector público para que asuma su responsabilidad en el campo de la salud9, el DNDi será la quinta organización sin ánimo de lucro que se concentrará en las enfermedades más desatendidas.
Acceso a los medicamentos y derechos humanos
El avance más significativo en estos últimos meses es haber superado el debate en torno a los campos comercial y jurídico y haber logrado que éste sea considerado un problema ético ligado a los derechos humanos.
En diferentes medios se empieza a plantear la pregunta de si un medicamento que, en un momento dado puede salvar una vida, es un bien público. A muchos les parece extraño que la prensa y las organizaciones gubernamentales repitan incansablemente que la 'victoria' de Doha consiste en el hecho de haber obtenido la confirmación del “derecho de los miembros de la OMC, a proteger la salud pública y, en particular, a promover el acceso de los medicamentos para todos”, pero este enunciado es absolutamente evidente. Sin embargo, la explicación es evidente y preocupante al mismo tiempo: durante dos años se pretendió oponer la salud al comercio y muchas discusiones en las reuniones internacionales intentaron establecer cuál de los dos, la salud o el comercio, debía ser prioritario. Gracias tal vez a este debate equivocado, la cuestión pudo replantearse en términos de derechos humanos. Es, desde esta perspectiva, que se pueden comprender los verdaderos retos y la real dimensión de este desafío.
El derecho a la salud es una cosa, la promoción y el desarrollo del comercio es otra. Estas dos nociones no son contradictorias sino complementarias y oponerlas no conduce a una solución. Las reglas del comercio y de la economía en general deben tener como objetivo contribuir al bienestar social. No pueden de ninguna manera erigirse como obstáculos para confiscar la riqueza y la prosperidad de una parte importante de la sociedad. El acceso a los tratamientos y a los sistemas de salud, entendido como un derecho fundamental10 del ser humano, debe ser protegido enérgicamente por los
  1. 8  Comunicado de prensa, 3 de julio 2003, Ginebra “DNDi - Drugs for Neglected Diseases Initiative.”
  2. 9  Para mayor información, ver www.dndi.org
10 Enunciar los textos en donde está inscrito este derecho a la salud.
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poderes públicos y por sus instituciones. En lo sucesivo está claro que si los medicamentos son considerados como simples mercancías, equivale a aceptar el acceso a la salud como una mercancía a la cual sólo tienen acceso aquéllos que tienen suficiente poder adquisitivo. Comprar la salud o ser condenado, sin posibilidad de apelar, ¡qué realidad tan aterradora!
Debería ahondarse más en la reflexión sobre los medicamentos esenciales como un bien público o indisolublemente ligados a este bien público que es el acceso a la salud. “... En el marco de la globalización, dos movimientos están transformando, en gran parte, la salud en bien público mundial. En primer lugar, las relaciones crecientes entre los flujos de comercio, de migración y de información aceleraron el traspaso, allende las fronteras, de las enfermedades y los riesgos para la salud al comportamiento y al medio ambiente. Luego, las presiones cada vez más fuertes sobre los recursos globales comunes en agua y aire causaron peligros ambientales compartidos,”(7)alertan los investigadores. La eliminación reciente de la poliomielitis gracias a la vacuna es un ejemplo de los esfuerzos que se han invertido a nivel mundial por lograr defender la salud como bien público y como desafío internacional.
El medicamento esencial, considerado como un bien público mundial, impondrá sin duda alguna cambios dentro de la comunidad internacional. Los poderes públicos se verán obligados a dar verdaderas respuestas a este nuevo reto: ¿un bien público puede ser objeto de patentes, es decir, estar sometido a un monopolio en detrimento de la mayoría de los seres humanos? ¿Un objeto (medicamento) que hace posible el ejercicio de un derecho fundamental del ser humano, puede estar sometido a reglas que complican o que impiden su accesibilidad universal durante veinte años? ¿No está acaso poniendo así en cuestión flagrante un derecho del ser humano reconocido por la mayoría de la comunidad internacional? ¿Cómo debe organizarse la investigación y el desarrollo de nuevos productos farmacéuticos, de manera que éstos estén inmediatamente disponibles y accesibles para todos aquéllos que los necesitan? ¿Cómo orientar o redirigir la industria farmacéutica hacia objetivos compatibles con el mejoramiento de la salud y de la calidad de vida y no hacia la mera expansión económica y el beneficio inmediato? ¿Cómo garantizar en la sociedad del mañana, la producción y la distribución eficaz de estos bienes públicos mundiales que son los medicamentos esenciales? Tendrán que resolverse todas estas preguntas y disyuntivas dentro de los diez a quince años venideros y la mejor manera de prepararse para ello consiste en formularlas claramente desde ahora. No hay que tenerle miedo a desafiar el status quo, ya sea político, económico o social, especialmente, si detrás de este status quo hay niños que mueren y pacientes que sufren mientras que podrían estar curados y en tratamiento.
En una carta del 7 de julio de 2003, dirigida al director de la Organización Mundial del Comercio (la OMPI), 61 expertos de 14 países desarrollados y de 4 en desarrollo del mundo entero, expresaron su preocupación y le pidieron a la OMPI que analizara este problema. “Durante estos últimos años hubo una explosión de proyectos con espíritu abierto y de colaboración con el fin de crear bienes públicos. Estos proyectos son extremadamente importantes y plantean temas de fondo relacionados con políticas adecuadas de propiedad intelectual. Éstos también constituyen una prueba de que se puede lograr un alto nivel de innovación en ciertos campos de la economía moderna sin protección de la propiedad intelectual, y que la protección intelectual excesiva, desequilibrada y mal concebida puede ser contraproducente. Le pedimos a la OMPI que organice una reunión este año 2004 con el fin de analizar estos nuevos modelos de desarrollo que tienen un espíritu de apertura y de colaboración, y que se discuta su pertinencia en las futuras políticas públicas,” (8).
Se trata de una problemática especialmente compleja que implica a muchos actores, intereses y discursos de naturaleza y orígenes diversos. Requiere un acercamiento global y multidisciplinario que debe conciliar el derecho internacional vigente y los sistemas jurídicos particulares con el fin de lograr una práctica coherente del comercio que respete los derechos humanos. La solución no se verá inmediatamente ni a corto plazo, pero se empieza a tomar conciencia de la necesidad urgente de
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encontrarla. De lo contrario, nos encontraremos en la situación en que está el sida, en la cual la consecuencia de la tardía organización de una respuesta concertada a nivel internacional es que, en este momento, cada paso adelante no es más que la recuperación del tiempo perdido en lugar de un verdadero progreso.
Algunos, como Mèdecins san frontierès, afirman que “la Organización Mundial de la Salud, como única institución internacional legalmente responsable de la salud mundial, debe trabajar en la preparación de una agenda prioritaria de investigaciones y de desarrollo” (9) . “Ya sea por la OMS o por un consorcio público internacional, el programa de investigación y de desarrollo de nuevos medicamentos deberá establecerse en función de las prioridades y de las necesidades de salud y no en función de las posibilidades del mercado.”11
¿Cómo financiar esta gran empresa? Además de las contribuciones e inversiones ya aceptadas por muchos Estados, James Orbinsky, ex presidente de Mèdecins san frontierès, lanzó la idea de crear un impuesto sobre las ventas mundiales de la industria farmacéutica con el fin de financiar una institución pública encargada de la investigación. Otra posibilidad sería invertir una parte de los gravámenes nacionales sobre el tabaco en un fondo público internacional, lo cual posibilitaría que los países en desarrollo participaran en esto y garantizaría la investigación en el campo de las enfermedades tropicales (10).
De nada sirve atacar a la industria farmacéutica o a quienes se le oponen y tratar de dividir el mundo entre 'buenos y malos'; más vale intentar formular, concebir e, incluso, inventar para el futuro soluciones que beneficien al conjunto de la sociedad. Soluciones que pueden fácilmente ser puestas en práctica, si el sentido de urgencia compartido por la comunidad internacional, frente a la pandemia del VIH/ SIDA por ejemplo, se tradujera en la voluntad política de actuar. Tenemos que atrevernos a transformar y a enfrentar todos los obstáculos que nos alejan de una solución posible.
Germán Velásquez
Coordinador, Programa de Acción para los Medicamentos, Organización Mundial de la Salud, Ginebra. Las opiniones expresadas en este artículo no comprometen sino al autor.
Referencias
  1. Quick J, Hogerzeil H, Velásquez G, Rago L. Twenty-five years of essential medicines. Bull World Health Org 2002;80:913-4.
  2. Globalization and access to drugs: perspectives on the WTO/TRIPS agreement. Health Economics and Drugs, DAP Series No. 7 WHO. p.38-41.
  3. UNDP. Informe mundial sobre el desarrollo humano 2002. Nueva York: Naciones Unidas; 2002. p.105.
  4. MSF. Investigación médica varada, para las enfermedades de los más pobres. Ginebra: MSF; 2001.
  5. Heffler S, Smith S, Won G et al. Health spending projections for 2001-2011. The latest outlook. Health Affairs 2002;:207- 18.
  6. Francisco Rossi, comunicado en la red E-MED del 16 de junio de 2003.
  7. Kaul I, Grunberg I, Stern MA. Global public goods. New York: UNDP; Oxford: Oxford University Press; 1999. p.289.
  8. http://www.cptech.org/ip/wipo/kamil-idris-7july2003.pdf
  9. MSF. Fatal imbalance: the crisis in research and development for drugs for neglected diseases. Geneva: MSF; 2001
  10. Velásquez G. Le profit contre la santé, hold-up sur le médicament. Le Monde Diplomatique 2003 (julio).
11 Ex presidente de Mèdecins san frontierès International. Obligations versus charity in global research and development. Paris, octubre de 1999 (presentación audiovisual). 

Cómo salir del odio: entrevista con el filósofo Jacques Rancière

tomado de

http://www.eldiario.es/interferencias/odio-Francia-Ranciere_6_504009609.html

Cómo salir del odio: entrevista con el filósofo Jacques Rancière

Según el filósofo Jacques Rancière, el único remedio a la guerra entre identidades es la acción política incluyente y desde abajo
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Jacques Rancière, por Freddy Rikken
Jacques Rancière, por Freddy Rikken
¿Guerra o política? Según Jacques Rancière, la política no tiene nada que ver con la política de los políticos: intrigas palaciegas, negociaciones de despachos, competencia entre partidos por el poder. Es una forma de acción y de subjetivación colectiva que construye un mundo común, en el que se incluye también al enemigo. La acción política crea identidades no-identitarias, un 'nosotros' abierto e incluyente que reconoce y habla de igual a igual con el adversario. La guerra, por el contrario, tiene como protagonista fundamental a las formaciones identitarias cerradas y agresivas (ya sean étnicas, religiosas o ideológicas) que niegan y excluyen al otro del mundo compartido. Entre el otro y yo, nada en común.
En Francia, con los atentados de Charlie Hebdo y de Bataclan, la lógica de la guerra gana terreno. Y el gran beneficiado es el Frente Nacional. Pero la verdadera alternativa, según Rancière, no es la que se nos propone desde el mainstream:“populistas contra demócratas”, etc. No, el mejor remedio posible es la acción política misma, autónoma con respecto a los lugares, a los tiempos y a la agenda estatal. Es decir, solo elaborando el malestar (el “odio” dice aquí Rancière) en claves políticas de emancipación (colectivas, igualitarias, abiertas e incluyentes) se puede por ejemplo disputar el terreno al Frente Nacional. La politización del malestar es el mejor antídoto contra su instrumentalización por parte de aquellos que quieren encontrar chivos expiatorios entre la gente de abajo.
Esta entrevista de Eric Aeschimann a Jacques Rancière fue publicada originalmente en Le Nouvel Observateur el 7 de febrero de 2016. Poco después, en la plaza de la République, arrancaba el movimiento de la “Noche en pie”, precisamente uno de esos momentos políticos. Publicamos aquí la entrevista con permiso del entrevistado. La traducción del francés corre a cargo de Pablo La Parra Pérez. 
Un año después de los atentados en Charlie Hebdo, dos meses después del ataque a Bataclan, ¿cómo ves el estado de la sociedad francesa? ¿Estamos en guerra?
El discurso oficial dice que estamos en guerra porque una potencia hostil nos ataca. Los atentados perpetrados en Francia se interpretan como operaciones de destacamentos que, por encargo del enemigo, ejecutan aquí actos de guerra. La cuestión es saber quién es ese enemigo. 
El gobierno ha optado por una lógica “a la Bush”: declarar una guerra que es, al mismo tiempo, total (se persigue la destrucción del enemigo) y circunscrita a un objetivo preciso (el Estado islámico). Sin embargo, según otra versión que glosan ciertos intelectuales, es el Islam quien nos ha declarado la guerra y quien está poniendo en práctica un plan mundial para imponer su ley sobre el planeta. 
Estas dos lógicas se entremezclan en la medida en que el gobierno, en su combate contra Dáesh, debe movilizar un sentimiento nacional que a fin de cuentas es un sentimiento antimusulmán y antinmigrantes. La palabra “guerra” nombra esa conjunción.
¿Qué es Dáesh? ¿Un Estado? ¿Una organización terrorista? En ambos casos, ¿no es legítimo combatirla?
Dáesh ejerce su autoridad sobre un territorio, dispone de recursos económicos y militares y, por tanto, cuenta con un cierto número de atributos estatales. No obstante, a fin de cuentas, su lógica es la de una banda armada. La formación de su fuerza militar a partir del ejército de Saddam Hussein es un efecto de la invasión americana. Sin embargo, su capacidad de reclutar en nuestro suelo voluntarios que se reconocen en su combate es algo que nos concierne directamente: se inscribe en la lógica global actual que tiende a que no haya más que Estados y bandas criminales. 
Antes existían “grandes subjetivaciones colectivas” (por ejemplo el movimiento obrero) que permitían a los excluidos incluirse en un mismo mundo con aquellos a los que combatían. La así llamada ofensiva neoliberal ha destrozado esas fuerzas y ahora criminaliza la lucha de clases, como hemos visto en el caso Goodyear [el pasado 12 de enero de 2016, 8 empleados de Goodyear que participaron en acciones reivindicativas fueron condenados a penas de prisión en Francia; N. del T.]. Los excluidos son expulsados hacia subjetivaciones identitarias de tipo religioso y hacia formas de acción criminales y guerreras. 
Lo que tenemos que combatir aquí es esta deriva identitaria y llena de odio. Si los crímenes hay que tratarlos por la vía policial, el odio hay que tratarlo por la vía política. Decir que estamos en guerra contra el Islam solo consigue mezclar, en una misma lógica, crimen y odio, represión policial y acción política (y por tanto contribuye a mantener el odio). Es el caso de la absurda propuesta de retirar la nacionalidad francesa: una medida incapaz de prevenir los crímenes, pero eficaz para alimentar el odio que los engendra.
¿Que habría que hacer para no ceder a esta confusión?
Hay que tomarse en serio el estado de disidencia virtual de una parte de la población que es susceptible de transformarse en combatientes. Ello implica cuestionar las causas, los discursos y los procedimientos que han engendrado el odio, combatir seriamente el paro, las desigualdades y las discriminaciones de todo tipo, repensar las formas en que podrían vivir juntas personas que ni viven ni piensan del mismo modo. 
Es un trabajo difícil para todos. Idealmente, solo la reconstitución de “subjetivaciones colectivas” fuertes, más allá de las llamadas diferencias “culturales”, podría remediar la situación en la que nos encontramos. Pero, en términos inmediatos, lo mínimo es huir del discurso de la guerra religiosa.
¿Se refiere con esto al llamado “discurso republicano”?
Este discurso ha contribuido intensamente a crear el clima de odio. Hay que sacar conclusiones al respecto. Pero hay un trabajo en profundidad que nos atañe a todos. La población que se identifica como musulmana debe también decir cómo quiere vivir con los otros, cómo quiere formar parte de nuestro mundo e inventar formas de participación política. 
En mis trabajos pasados [La noche de los proletarios: archivos del sueño obrero, Buenos Aires: Tinta Limón, 2010], me he interesado por aquellos proletarios del siglo XIX que la representación dominante relegó a un mundo aparte. Ellos estaban allí para trabajar, tal vez para gritar y rebelarse cuando no estaban contentos, pero nunca para pensar y hablar como miembros de un mundo en común. Pero un día algunos de ellos decidieron que sabían reflexionar y hablar. Escribieron panfletos, manifiestos de huelgas, periódicos obreros, poemas. Hicieron saber, por la palabra y la lucha, que pertenecían al mismo mundo que los demás, aunque lo hacían como representantes de los que no tienen parte. 
Saldremos de la lógica de la secesión y el odio cuando aquellos que están hoy en el margen de la comunidad nacional inventen formas similares de participación polémica en un mundo en común. Se trata de algo que va más allá de la idea de integración, la cual todavía participa de la lógica de la segregación. 
El poder de atracción del yihadismo sobre algunos jóvenes, incluso sobre alguno sin ningún vínculo con el Islam, es interpretado por algunos analistas como el síntoma de un Occidente que habría liquidado toda posibilidad de pensar en términos absolutos. ¿No será el momento de reinventar los ideales?
La ruina de los ideales es un viejo tema que ya está presente en el Manifiesto Comunista. Marx decía que la burguesía “echó por encima del santo temor de Dios, del ardor caballeresco y de la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas”. 
En El odio a la democracia yo mostraba cómo esto se ha convertido en un tema reaccionario y estigmatizador. Se representa a los jóvenes de banlieue como víctimas tanto del nihilismo consumista como de la manipulación de los islamistas en nombre de valores espirituales. Estos análisis parten de la ruina capitalista de los ideales para llegar a los crímenes fanáticos. Y entre su cuadro explicativo (demasiado amplio) y su punto de aplicación (muy preciso) se abre un vacío que se rellena con odio y estigmas. 
Por otra parte no creo que nos falten ideales. Estamos rodeados de gente que quiere salvar el planeta, que va a curar a heridos a la otra punta del mundo, que sirve comidas a los refugiados, que lucha por restituir la vida en los barrios desheredados. Hoy muchas más personas que se entregan de las que había en mi época. No nos faltan ideales, nos faltan subjetivaciones colectivas. Un ideal es lo que incita a alguien a hacerse cargo de los otros. Una subjetivación colectiva es lo que hace que todas estas personas, juntas, constituyan un pueblo. 
¿Cómo hacer para constituir un pueblo? ¿Debe ser necesariamente a escala de la nación?
Un pueblo, en sentido político, se constituye siempre a distancia de la forma estatal del pueblo. Por eso hacen falta simbolizaciones igualitarias, abiertas a todo el mundo y que, más allá de los temas específicos (los refugiados, la ecología, la banlieue), permitan la inclusión de los que no tienen parte. Pero un pueblo también se constituye localmente, en relación a una dominación que se ejerce en un espacio nacional. 
En Madrid, el movimiento 15M se estructuró en torno a una ruptura con la lógica de los partidos que monopolizaban el poder común. En Estambul, el movimiento de la plaza Taksim se formó en torno a un espacio abierto a todos que el Estado quería transformar en zona comercial. Aunque el capital sea mundial, actuamos primero donde hay un punto de emergencia. La nación es una simbolización colectiva y, como toda simbolización, es un campo de lucha permanente, en Francia y en todas partes. Precisamente desde esta perspectiva hay que pensar la ofensiva que, desde principios de los años 2000, pesa sobre la identidad francesa: es el punto culminante de una contrarrevolución intelectual que progresivamente ha expurgado a la nación francesa de su herencia revolucionaria, socialista, obrera, anticolonial y resistente para reducirla a una nación blanca y cristiana. 
¿El tema omnipresente de la inseguridad también proviene de la misma “contrarrevolución”?
Tiende igualmente a constituir identidades regresivas. El gobierno actual sigue la lección de Bush: el gobernante genera mejores adhesiones como comandante en jefe. Frente al paro hay que inventar soluciones y afrontar la lógica del beneficio. Pero cuando te pones el uniforme de comandante es todo mucho más fácil, sobre todo en un país donde, pese a todo, el ejército sigue siendo uno de los mejores entrenados del mundo.
Lo que nuestros gobiernos mejor saben hacer no es gestionar la seguridad, sino el sentimiento de inseguridad. Es algo muy distinto, a menudo es lo contrario. En noviembre de 2005, [durante las revueltas de las banlieues de París], se podrían haber evitado semanas de graves enfrentamientos si el entonces ministro de Interior [Nicolas Sarkozy] hubiera estado un poco menos preocupado por hacer del sentimiento de inseguridad una plataforma de lanzamiento para su programa presidencial y hubiera tenido un poco más de interés por buscar formas de apaciguamiento y diálogo apropiadas para garantizar la seguridad.
Manuel Valls denuncia la búsqueda de “explicaciones sociológicas” que percibe como una forma de excusar a los autores de los atentados. ¿Cómo analizas este ataque al ser un autor que también ha dirigido críticas ––¡muy diferentes!— a la sociología de Pierre Bourdieu?
La “cultura de la excusa” es un simple espantajo que se esgrime para probar, a contrario, que solo las medidas represivas son eficaces. Pero las consecuencias son dudosas. Sin duda, la sociología de un medio social desfavorecido será siempre impotente a la hora de explicar por qué diez o veinte miembros de ese medio se convierten en yihadistas y sin duda para impedir que pasen a la acción. Aunque esto ni los favorece ni los excusa. 
El ruido “securitario” funciona de otra manera. Sus amenazas no pueden asustar a aquellos que conocen castigos más temibles. Es más: favorecen la cultura de la expiación, cuya forma más extrema es el yihadismo. Esta es la cultura que hay que combatir. Se debería poder, sin la ayuda de ninguna ciencia, convencer a los colegiales árabes de que no pueden vengar sobre un profesor judío los crímenes del Estado israelí. Pero, para que esto sea posible, hay que dejar de transformar en delito de antisemitismo la protesta contra esos crímenes de Estado. 
Como pensador a menudo eres clasificado bajo la etiqueta de “izquierda radical” y, por tanto, anticapitalista. Sin embargo, en tus análisis, pones antes en cuestión los poderes políticos e intelectuales que las fuerzas económicas.
Hay quien cree que ser de izquierdas se limita a reducir todo a la dominación del capital. Esta posición “de izquierdas” engendra al final una resignación pesarosa a la ley de un sistema. Sin embargo es en el espacio político donde se organizan las formas de comunidad que llevan a cabo la dominación capitalista o que se oponen a la misma. La banca y las finanzas no fabrican por sí mismas las formas de opinión que crean un pueblo que les conviene. Son los políticos, los intelectuales y la clase mediática quienes hacen ese trabajo. En este punto me separo de un cierto marxismo que considera como simples apariencias las simbolizaciones políticas producidas en el campo de la opinión y las instituciones. Se trata de un campo de batalla efectivo. Si decimos que nada cambiará mientras dure la dominación capitalista, podemos estar bien tranquilos: las cosas seguirán como son hasta el fin del mundo. 
Pero al mismo tiempo la transformación de las relaciones humanas en relaciones mercantiles, que de ahora en adelante parece prevalecer en todo el mundo, ¿no es desesperante?
Aquí, de nuevo, la reducción directa de la ideología a la economía esquiva la cuestión política. Es un tema recurrente. En los años 20, se denunciaba el cine como un lugar al que las clases populares iban a embrutecerse frente a las imágenes; en los años 60, se acusaba a la lavadora y a las casas de apuestas de desviar a los proletarios de la revolución… Hoy convertimos en fetiche el poder omnímodo de la mercancía, como si la simple presencia en un escaparate de un iPhone último modelo fuera suficiente para engullir todas las conciencias en el vientre de la bestia. 
La impotencia política no proviene hoy del poder hipnótico del último gadget.Viene de nuestra incapacidad para concebir una potencia colectiva, susceptible de crear un mundo mejor que el existente. Esta impotencia se alimenta del fracaso de los movimientos revolucionarios de los 60 y los 70, de la caída de la URSS, de la desilusión ante las esperanzas democráticas abiertas por ese hundimiento, por la globalización y sus efectos sobre el tejido industrial francés. Lo que ha desmoralizado a las fuerzas progresistas en Francia no son las mercancías sino los gobiernos del Partido Socialista.
Tal vez en Francia, ¿pero a nivel mundial? El miembro de la clase media china o india, que consume como nosotros, ¿no es víctima del mismo desencanto?
A escala mundial hay que diferenciar diagnósticos. El nuevo ejecutivo chino que disfruta de su televisor de pantalla gigante desde su bañera de lujo no representa más que una ínfima fracción de su país. Para la inmensa mayoría de la población mundial, el problema no es el pretendido nihilismo engendrado por el capitalismo tardío, sino el advenimiento, o la restauración, de formas de explotación salvajes y de sistemas industriales propios del capitalismo primitivo y que recuerdan a los campos de concentración.

miércoles, 27 de abril de 2016

Ahora le echan la culpa al dólar por la carestía de los medicamentos

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ECONOMÍA 10:05 a.m.

Ahora le echan la culpa al dólar por la carestía de los medicamentos

Ahora le echan la culpa al dólar por la carestía de los medicamentos
El 'marketing' crea imaginarios perversos, como que un genérico que entregan las EPS no sirve y que vale la pena pagar por los de marca.
Foto: Archivo particular

Juan Gossaín cuestiona por qué remedios cuestan menos en países más ricos y más pobres que Colombia.

Cero y van cuatro. Esta es la cuarta crónica que escribo, en los últimos cuatro años, sobre el precio que cobran por los medicamentos en Colombia. De manera, pues, que salimos a crónica por año.
Les recuerdo que en julio del 2014, después de tocar el tema por tercera vez, los medicamentos más costosos comenzaron a bajar, entre ellos los que se destinan para enfermedades terribles, como cáncer, mal de Alzheimer y epilepsia. Estuve a punto de echar al vuelo las campanas, creyendo que habíamos ganado esa amarga batalla.
Simples quimeras de periodista ingenuo. Han pasado quince meses y ahora vengo a comprobar que eran vanas ilusiones, suspiros de mariposa, sueños de doncella o “promesas de cumbiambera”, como dicen en Barranquilla. Lo que hicieron fue distraernos con un caramelito. Y, apenas vieron que estábamos descuidados, volvieron a las andadas.
Consulté a los funcionarios de algunos laboratorios que han subido sus precios en los meses más recientes. Por separado, como si fuera una coincidencia mágica, todos me dieron la misma justificación: es que el dólar en Colombia ha subido mucho, es que el alza del dólar ha encarecido las moléculas, es que las materias primas son importadas. Es que etcétera. (Lea también: Tendencia del precio del dólar se define este miércoles)
De manera, pues, que ellos mismos me obligaron a hacer un ejercicio natural, pero complejo, que me tomó mucho tiempo: comparar la subida del dólar con la de los remedios. Les pido a los lectores –si es que tengo alguno– que no olviden en ningún momento que el dólar ha subido 30 por ciento en el último año, y observen cuáles son los porcentajes de alza en los medicamentos.
Factura en mano
Hay un fármaco llamado Cozaar, que es para pacientes que tienen la presión arterial alta. Hasta ahí vamos bien.
Sucede que en Colombia la caja trae 30 comprimidos de 50 miligramos y cuesta 227.650 pesos. En España solo trae 28 comprimidos, cada uno con los mismos miligramos, pero la caja vale 8,20 euros, que al cambio de hoy equivalen a 27.806 pesos colombianos.
Eso significa, en buen romance, que a los colombianos nos cobran por el Cozaar 815 por ciento más que a los españoles. El aumento en contra nuestra es superior a ocho veces. ¿Dos pastillitas de diferencia justifican semejante despropósito? (Por si alguien quiere verla, tengo en mis manos la factura de la botica madrileña).
Ustedes me pedirán, entonces, que compare con un país más parecido a nosotros. Con mucho gusto. Ahí va. En Venezuela, la misma caja cuesta 65.000 pesos, lo cual traduce que aquí cuesta 350 por ciento más que allá.
¿Genérico o de marca?
Espérese, que hay más. Como ese mismo Cozaar es una marca registrada por un laboratorio, su equivalente entre las drogas genéricas se llama Losartán. Según algunas investigaciones juiciosas, se trata de uno de los dos o tres medicamentos más recetados en Colombia. (Además: Por primera vez dólares tendrán el rostro de una mujer)
Pues una caja con la misma cantidad de tabletas de Losartán, y con idéntico gramaje, cuesta en promedio 13.600 pesos en una farmacia colombiana. Usted dirá: “Qué maravilla, vale 214.000 pesos menos que el de marca”. Es verdad. Pero mire esto: en Costa Rica venden esa caja de Losartán por el equivalente de 4.500 pesos colombianos y en Honduras, por 4.600. En ambos países, el genérico vale 300 por ciento menos que aquí.
Genérico o de marca, marcado o sin marcar, nosotros siempre terminamos pagando el pato. Nos exprimen sin piedad.
¿Y la culpa es del dólar, no?
A propósito de genéricos: hay uno llamado Naproxeno que se receta para las artritis leves, inflamaciones, dolor de origen óseo o muscular y también para bajar la fiebre. La caja, que contiene diez tabletas de 500 miligramos, tiene un precio de 6.800 pesos en Colombia. En Costa Rica vale 3.200. El sobrecosto aquí es del 113 por ciento. En Panamá cuesta 3.000 pesos.
Y todavía tienen la frescura de echarle el muerto al pobre dólar, que ha subido 30 por ciento.
Europa y el vecindario
Seguimos recorriendo farmacias por varias ciudades del país y del mundo. Hay personas generosas que me ayudan en esa tarea, pero no puedo mencionar sus nombres. Ellas saben de qué tamaño es mi gratitud.
Crestor sirve para controlar el colesterol nocivo en la sangre. La caja de 30 unidades de 40 miligramos vale hoy en Colombia 440.000 pesos. En Francia cobran, por la misma caja, 61.000 pesos, lo que significa que la de aquí es 720 por ciento más cara. En Alemania cuesta, incluso, un poquito menos que en Francia, el equivalente a 59.200 pesos.
En Ecuador, aquí mismo, que queda en la puerta de atrás, vale 110.000 pesos, lo que indica que su precio es 400 por ciento menor que el nuestro.
Para no ir muylejos, ni mencionar a naciones tan ricas y desarrolladas de Europa, hagamos el ejercicio de comparar a Colombia únicamente con el vecindario.
Glimepirida es un genérico que se emplea para reducir el azúcar en la sangre. Una caja de 15 comprimidos de 4 miligramos cuesta 49.000 pesos en nuestro país. Hace dos años costaba 26.950. Subió 55 por ciento. En Venezuela cuesta hoy 8.500 pesos colombianos, 10.600 en México, 10.300 en Chile.
(Y el dólar, que ha subido treinta por ciento, sigue cargando ese pesado muerto. Pobrecito).
Observatorio del Medicamento
No todo está perdido en medio de tantos abusos y desmanes. Conozco desde hace años a un verdadero apóstol, el médico Óscar Andia, vicepresidente de Política Farmacéutica Nacional de la Federación Médica Colombiana. Es el director del Observatorio del Medicamento (Observamed).
—Como si fuera poco con incumplir los precios ya establecidos –me dice el doctor Andia–, lo peor es que todavía hay muchos medicamentos comerciales cuyos precios ni siquiera han sido regulados por las autoridades.
El doctor Andia sostiene que “los medicamentos más promocionados por los laboratorios son también los más costosos”. Esa misma presión mercantil, “el famoso 'marketing', genera imaginarios falsos y perversos. Por ejemplo: que el genérico de Losartán que entregan las EPS no sirve y que vale la pena pagar por los de marca, que son mucho más costosos”.
El médico agrega, a manera de explicación, que “otros medicamentos de marca, que se usan para bajar la tensión arterial, se recetan cada día más y tienen precios muy elevados”.
—Hemos encontrado productos cuyo precio en farmacia es hasta siete veces mayor que su precio en España –añade el doctor. Y añado yo: después dicen que el culpable es el pobre dólar.
La gran sorpresa
El señor Cerro, funcionario de un banco cartagenero, me hace llegar la factura de lo que le cobraron en una farmacia de Managua por una caja de Plaquinol, que sirve para combatir el lupus y la artritis. Contiene 30 tabletas de 400 miligramos. Me manda también una cajita vacía.
En la capital de Nicaragua, según dice el empaque, vale 367 córdobas con 61 centavos. Eso, al cambio de hoy, son 37.789 pesos colombianos. Aquí cuesta 320.000 pesos. La minucia de sobrecosto es del 850 por ciento.
Me siento realmente indignado, pero, espérense, que todavía no han visto lo peor. Volteo la cajita y es entonces cuando tengo que agarrarme para no caer de espaldas. En letras pequeñas dice: “Elaborado en Cali, Colombia”. ¿De modo que los nicaragüenses tienen que pagar regalías, licencias de importación, transporte, permisos, aduana, y aun así les vale ocho y media veces menos que a nosotros, que somos sus fabricantes?
Ya sé quién tiene la culpa: el dólar.
Epílogo
Ya no sé qué decir. Como lo demuestran las cifras que acabo de mencionar, y muchas otras que no me cabrían en el periódico entero, no hay proporción entre el aumento del dólar y el precio de los medicamentos. Pero nadie mueve un dedo. El Estado parece débil y maniatado ante esta realidad.
Países más ricos que Colombia, países más pobres que Colombia, países similares a Colombia: en todas partes los remedios cuestan mucho menos que en Colombia. Desde Francia hasta Nicaragua. ¿Será porque ellos sí se hacen respetar?
JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO

martes, 26 de abril de 2016

ejemplo:texto de autor

el estudiante piensa por si mismo. Redacta  en sus propios términos. Redacta con dificultad a veces, pero no importa. Hace un esfuerzo personal de asimilación. Es lo que queremos: que haya textos de autor, que el estudiante sea el autor. No un plagiario ni un parafraseador.

Veamos

HERNANDO ANDRES BENAVIDES JIMENEZ CODIGO 1019093901 GRUPO B
PENSAR LA MEDICINA I

Hipócrates es denominado el padre de la medicina, separo a la medicina de lo religioso, y lo sobrenatural. También definió el código de ética médica que aún lo utilizamos en la práctica diaria. En el juramento hipocrático, intenta describir enseñanzas éticas, de la conducta y el quehacer médico, donde lo que prima es el beneficio de los enfermos, con el uso de sus capacidades, además de evitar en cierto grado conductas que lleguen de alguna manera hacer el daño en las personas, también nos dice que las condiciones de cada enfermo son propias y no se deben divulgar. El juramento hipocrático se mantiene a pesar de que han pasado muchos años, como pauta para los médicos, en donde se ve reflejada la devoción al prójimo y la vocación de servicio. Se ha descrito el juramento hipocrático moderno, el cual comprende más aspectos no solo en lo que concierne al paciente sino, tambien al médico en donde se hace referencia en situaciones específicas en donde el medico estaría actuando éticamente incorrecto. Lo importante es que el juramento hipocrático, siempre tiene como fin, que la práctica médica, sea con vocación de servicio, dentro de lo moral y lo ético.
La historia es el recuento de sucesos que pasaron en el hombre en sociedades pasadas, en parte esta historia es la que hace se creen los conocimientos. El estudio de los conocimientos que describen la naturaleza de la vida humana es la epistemología. El conocimiento se crea por medio de la acumulación de experiencias de generación en generación. En la medicina ha avanzado, a pasos agigantados durante los últimos años gracias a la observación de hechos comprobables. Con el nacimiento del pensamiento helenístico, se crea tal vez la primera universidad del mundo, que además sirvió de biblioteca, en donde llegaban filósofos interesados en ciencia a de alguna manera formar a otros en cuatro campos, entre ellos la medicina, en este momento se genera el nacimiento del pesamiento científico. En la cultura grecoromana en el siglo I a.C. por otro lado se genera un estancamiento de la biología y la medicina, en este momento solo se encargaron de recolectar y preservar el conocimiento griego, aqui donde nace el enciclopedismo. Roma fue la catapulta entre los pensamientos antiguos del medioevo, al mundo moderno. la importancia que tiene la historia de la medicina, en efecto, es que no solo debemos saber el presente de esta disiciplina, sino abarcar todo el tema de lo que ha llegado a saberse de esta, hace que tengamos saberes propios, y nos da una visión general de como se pudo llegar a tal desarrollo científico.
Las dimensiones de la condición humana, son la duración de la vida y la calidad de esta. la duración de la vida esta estipulada por genética a los 70 años las personas empizan a morir, por enfermedades crónicas, y cuando pasamos los 70 años, debemos casi morir al pasar por
los 90 años. Se logra pasar de los 70 años, superando enfermedades, al pasar los 90 todos morirán por muerte natural. Por muchos años la medicina se ha encargado de aumentar las expectativa de vida, evitando la muerte prematura en adultos, esto seria el control de mortalidad, pero asi se esta generando mas morbilidad. Por este afán de la medicina, de controlar la mortalidad, se hace poco por la morbilidad que no es mas que mejorar o mantener la calidad de vida de las personas, el estado físico y mental en personas de edad avanzada. Al mejorar las expectativa de vida de las personas mayores, terminaran con enfermedades, crónicas o degenerativas, lo que nos aumenta considerablemente la morbilidad. La importante aquí no es solo controlar la mortalidad, lo que se debe hacer en la medicina, es que al aumentar la expectativa de vida, las personas mayores tengan tambien calidad de vida, porque de nada sirve tener mayor duración de la vida cuando esta va a ser de algún modo desagradable para el paciente. La reconceptualizacion de la definición de salud, es darle una definición de tal manera que se valore cuantitativamente el estado de salud en la capacidad funcional organica de las personas, es decir preocuparnos mas por el estado bienestar funcional, que se traduce en autonomía.
Como ya sabemos la ética es una rama de la filosofía, en la que se ocupa de lo moralmente correcto e incorrecto; la moral por otro lado, juzga desde la perspectiva de lo que esta bien o mal; la deontología la ciencia de los deberes. La medicina es un practica que busca hacer el bien, a las personas es decir la medicina es moral, que se rige por un código de ética medica, que termina siendo lo que el medico debe hacer, o sea su deontología. Los avances en la medicina, como ingeniería genética, fecundación articficial, prolongación artificial de la vida, beneficio económico a terceros etc., hacen pensar que se este creando una nueva ética, que es diferente a la ética que había estipulado hipocrates. El medico moderno tiene un dilema con todo este avance, y es que esta limitado su campo de acción por mandato burocratico, y por razones económico. Los factores socioeconómicos, tienen un papel fundamental en la contradicción del juramento Hipocrático, porque hace que se discrimine por la condición económica del paciente, y lo que es más grave que personas toma de desiciones por parte de personal no médico, que tiene manejo de las empresas prestadoras de salud. En este momento dada la complejidad, el alto costo de los servicios de salud, y los intereses económicos por parte de las EPS, hace que el medico se aleje de la principal finalidad que es el beneficio del paciente.
El médico debe garantizar el beneficio de los pacientes, según el autor la ética médica tiene tres principios fundamentales: beneficencia, autonomía y justicia. La ética médica o Hipocrática se ha visto afectada por la intervención de la ley 100, que promulga lo que se denomina una ética corporativa. Con advenimiento del esta ley, se ha presentado mayor inequidad, porque se favorece al paciente que tiene mayor poder adquisitivo, limitando los servicios de salud para los más pobres. Se dice que de esta manera se está generando la desprofesionalización de la medicina, por la comercialización de la atención en salud, que remplaza el imperativo Hipocrático, que lo único que busca es el beneficio del paciente.
El modelo neoliberalista que hay en Colombia, es la atención gerenciada en salud, en donde se está perdiendo el profesionalismo médico, entendido como solo actuar con el mayor beneficio para el paciente y para la sociedad. La responsabilidad de un medico es única y exclusivamente con el enfermo.
Al paciente ahora se le ve como cliente, usuario, es decir no se genera como tal una relación médico paciente y esto hace que no se brinde calidad en la atención. Esto lo que genera es la deshumanización que no esta dada por los médicos, sino por sistemas de atención gerenciada de la salud. Estamos pasando de ver la cultura médica a la cultira coporativa es decir de la salud como servicio social a la salud como negocio.
El arte de la medicina es que el medico podía carecer de conocimiento científico pero a pesar de no poder curar la enfermedad, aliviaba, consolaba, daba soporte humanitario a los pacientes. Esta es la diferencia del médico científico, tiene todo el conocimiento molecular de la fisiopatología de la enfermedad, puede tratar la enfermedad, pero no tiene una íntima relación con el paciente.
Con el avance de la medicina podemos ver que por medio de la biología molecular se puede alterar el genoma, donde encontramos que pueden haber varias implicaciones desde puntos de vista éticos y morales en el desarrollo de la raza humana. Por otro lado la biomedicina es la medicina que nos excluye cualquier tipo de tratamiento, que no haya tenido comprobación científica, lo que no esté comprobado por estudios y demás no puede ser utilizado.
Al analizar la lectura, se puede ver como el autor nos da una idea de que la ética en medicina tuvo una gran influencia con el juramento hipocrático, pues por medio de este es que el medico inicialmente podía resolver juicios éticos y de alguna manera saber si actuaba éticamente correcto e incorrecto, el juramento nos da las bases de lo que es la ética en medicina, y que aún se siguen utilizando después de 2500 años, lo que hay que resaltar del juramento hipocrático es que su objetivo principal es el beneficio del paciente, y que el medico tenga vocación de servicio. La importancia de saber historia de la medicina, que el conocimiento se adquiere por medio de las experiencias que son transmitidas de generación en generacion, además de darnos una idea de cómo ha sido el avance de la medicina, ya que como médicos no solo debemos quedarnos con los avances actuales sino aumentar nuestros conocimientos propios. Actualmente el medico se está preocupando por aumentar la expextativa de vida, es decir control de mortalidad, pero no se preocupa por que esta longevidad tenga calidad de vida, esto es importante desde el punto de vista ético y genera un dilema, ¿para que aumentar la expectativa de vida si no voy a tener calidad en esta?
El medico finalmente está siendo utilizado por un sistema de salud que el único interés es aumentar sus ganancias, y no generar benefico para el paciente, hemos pasado de pacientes a usuarios, esto determina que estemos perdiendo el profesionalismo médico, porque las
relaciones medico paciente no se hacen de manera adecuada, y que finalmente se esta desprofesionalizando el médico, y deshumanizando la práctica de la medicina, que no es culpa de los médicos sino de los que tienen las riendas del sistema de salud, surge otro dilema, ¿debe trabajar el medico a pesar de que no se garantice el beneficio del paciente? Por esto no hay que olvidar que el medico el objetivo que tiene es hacer el bien, y los medico son netamente moralistas. Por ultimo hace falta la práctica del arte de la medicina ya que ha sido desplazada un poco por la medicina científica, y en parte hemos perdido el rumbo de que el medico trata es a la persona y no solo una enfermedad, que lo éticamente correcto es tratar el conjunto de la persona.