martes, 18 de agosto de 2015

Ética médica, prueba de fuego




Editorial: Ética médica, prueba de fuego

Médicos deben demostrar que su valor científico no es inferior a la responsabilidad social.


La compleja situación actual de la salud en el país exige la presencia de un cuerpo médico sólido y coherente con los factores que determinan el curso de un sector tan sensible que involucra a toda la población. Lamentablemente, la evolución que en los últimos años ha tenido este sistema ha desdibujado el actuar de estos profesionales, al punto de que muchos se consideran meros espectadores dentro del mismo.
Resulta paradójico que, siendo los médicos colombianos de los mejor calificados en el contexto regional, tengan una presencia colectiva casi aledaña en los grandes debates, en los que –con frecuencia– se ve incurso el modelo sanitario vigente. No es exagerado decir que la mayoría de sus aportes, con honrosas excepciones, son reactivos y puntuales para defender causas específicas de sus especialidades.

Vale reconocer que una de esas contribuciones excepcionales fue la que terminó con la expedición de la Ley Estatutaria de Salud, que definió la salud como un derecho fundamental y que tuvo en su propuesta y trámite a los médicos como protagonistas unidos en la Junta Médica Nacional. No en vano, la misma ley –que les devuelve la autonomía– deja en sus manos una serie de compromisos por los cuales deben responder sin ambages.
En consecuencia, temas como la autorregulación, la definición de las exclusiones que soportarán los beneficios para sus pacientes, la construcción del –hasta hoy inexistente– modelo de atención, la cualificación de indicadores de calidad, la eliminación de dádivas, la inducción de demanda y su papel en el inexorable equilibrio de garantizar el derecho sin quebrar al sistema requieren del abordaje urgente, comprometido y consensuado de tan importante gremio. Cometido que empieza por aceptar que hay rezagos preocupantes y diferencias internas fútiles que deben remontar.
Dicho lo anterior, nada que ponga más a prueba la capacidad de los médicos para consolidar su ejercicio y proyectarlo como verdadero dinamizador social que la revisión a fondo y la modernización de sus códigos de ética. Una tarea inaplazable que, además, les proporciona herramientas racionales para cumplir con lo que se han comprometido.
De ahí que la radicación, hace dos semanas, de un proyecto de ley que pretende derogar la Ley 23 de 1981 (Ley de Ética Médica), para darle paso a un nuevo código, constituya una oportunidad única para que en torno a esta propuesta, también de origen médico, se debata con altura y rigor el verdadero papel que deben cumplir los galenos en los contextos social y económico del país. Todo, dentro de los sagrados principios del juramento hipocrático.
Aquí, y no sobra decirlo, ningún médico puede dar la espalda. Todos son responsables de este proceso y deben velar por apartarlo de intereses que lo desvíen de su verdadero objetivo: enriquecer la ética médica y ampliarla a una dimensión social.
Ese es el reto. Nada fácil en un gremio signado por la desunión y la permanente confrontación conceptual. Pero llegó la hora para que los médicos demuestren que su innegable valor científico no es inferior a la inmensa responsabilidad social que les impone la situación actual del sistema de salud. Que es, en últimas, el bienestar de todos. Un nuevo Código de Ética, orientado por ellos y para ellos, es la prueba de fuego para ver si son capaces de liderar el sector, como se comprometieron.

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