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Ética para
Amador
POR FERNANDO SAVATER
- Resumen
- De que va la
ética
- Órdenes,
costumbres y caprichos
- Haz lo que
quieras
- Date la buena
vida
- ¡Despierta,
baby!
- Aparece
Pepito Grillo
- Ponte en su
lugar
- Tanto gusto
- Elecciones
generales
- Epílogo.
Tendrás que pensártelo
- Apéndice:
diez años después: ante el nuevo milenio
Nunca se piensa en la política como algo ético, pues
en la mayoría de los casos quienes la ejercen piensan en reprender al vecino
antes de mejorarse a sí mismos. Se les atribuyen frecuentemente poderes
sobrehumanos que conducen a la decepción de quienes los han elegido. Sin
embargo, en cuanto a su finalidad, la ética y la política están muy
relacionadas, ya que el objetivo de la política es organizar la convivencia
social para permitir que, con la ética, cada individuo elija lo que más le
conviene. En cuanto a diferencias, podría decirse que la ética se ocupa de lo
que cada cual hace con su libertad, mientras que la política coordina cómo
muchos manejan la misma. Para la ética es importante “querer bien”, para la
política cuentan los resultados, nunca los medios. “La ética no puede esperar a
la política” y por ello en ningún orden político, por malo que sea, habrá quienes
ya no puedan ser buenos. En un estado utópico, todos serían automáticamente
buenos porque las circunstancias impedirían la presencia del mal. La buena vida
incluye, pues, un proyecto político basado en la libertad, la justicia y la
asistencia en el que la dignidad de los individuos sea respetada. Los derechos
humanos son las exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad política. Ya
que muchos problemas hoy pueden ser resueltos a nivel global, la fragmentación
política entorpece el proceso. El mantener la Tierra habitable es tarea de los
hombres como comunidad mundial, para lo cual se requiere tolerancia y la
eliminación de ideologías fanáticas.
Hay ciencias que se estudian por
simple interés de saber cosas nuevas; otras para aprender una destreza que se
utilicen en el trabajo o en la vida cotidiana, entre todos estos conocimientos
existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y
otras no. de este modo ciertas cosas nos
conviene y a lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” porque nos sienta
bien; en cambio, otras, nos sientan mal y a esto llamamos “malo”. Saber lo que
nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y malo, es un conocimiento
que todos intentamos adquirir –todos sin excepción- .
Hay cosas buenas y malas pero en
el terreno de las relaciones humanas los términos de las acciones se vuelven
ambiguas, por ejemplo la mentira es mala
pero, es cruel alterar el estado de animo de un enfermo de cáncer diciéndole la
verdad, es mas conveniente decirle una mentira para que este pase sus ultimas
horas tranquilo, distan la opiniones de cada persona, por lo que en parte los
resultados son parte de sus acciones que realicen a lo largo de su vida. Lo
cual no sucede con los animales que están programados para realizar
biológicamente sus acciones; las cuales no son ni buenas ni malas
porque se carece de voluntad y conciencia y sobre todo de lo mas importante: la
libertad.
Los animales no tienen más remedio
que ser tal y como son y hacer lo que están programados naturalmente para
hacer. En cierta medida, desde luego, los hombres también estamos programados
por la naturaleza. Estamos hechos para satisfacer nuestras necesidades
biológicas. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural
es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le
da forma (que fue impuesto desde fuera y que no hemos inventado para nuestro
uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de
comportamiento; en una palabra, que se nos inculca desde pequeños unas
fidelidades y otras no, sin embargo por mucha programación biológica o cultural
que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no este
en el programa (al meneos, que no este del todo). Podemos decir “si” o “no”, quiero
o no quiero.
La libertad es lo que nos
diferencia de los animales, cierto que no podemos hacer lo que queramos por lo
que hay dos aspectos importantes de la libertad:
Primera: no somos libres de elegir
lo que nos pasa sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual
modo.
Segunda: ser libres para intentar
algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la
libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que
seria conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible).
Existen muchos factores que
limitan nuestra libertad tales como físicos, naturales o sociales. Pero también
nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestra fuerza.
En resumen: a diferencia de otros
seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte
nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, lo
que nos parece conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e
inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es
algo que los animales no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos
bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos
permita acertar.
CAPITULO
SEGUNDO
Y
CAPRICHOS
Aunque no elegimos lo que nos
pasa, podemos en cambio elegir que hacer para enfrentar la situación ya sea
favorable o desfavorable.
De este modo actuamos por que preferimos hacer eso y no otra cosa,
o por que preferimos hacerlo o no hacerlo, aunque a veces las circunstancias
nos asignan elegir entre opciones que no hemos elegido.
Por lo general, uno no se pasa la
vida dando vueltas a lo que nos conviene o no nos conviene, casi siempre se
realizan los actos de manera automática.
Hay diferentes motivos que
influencian a una persona a actuar de cierta forma:
El motivo; es la razón que se tiene o al menos se cree que se tiene
para hacer algo, la explicación mas aceptable sobre la conducta humana.
Un motivo de gran influencia son
las órdenes, los cuales son los
mandatos de personas de mayor jerarquía.
En otras ocasiones el motivo es
que se suele hacer siempre el mismo acto y se repite casi sin pensarlo, o
también el ver que todo mundo se comporta así habitualmente: este juego de
motivos los llamaremos costumbres.
Los caprichos; son motivos con ausencia de motivo, y, al parecer es el
que se apetece por puras ganas.
Cada uno de estos motivos inclina
la conducta de un sujeto en una dirección u otra, explica más o menos ciertas
preferencias de las personas por hacer lo que hacen frente a situaciones de su
incumbencia.
Cada uno de los motivos tiene su
propio peso y nos condiciona a su modo, por ejemplo en la ordenes, se saca
fuerza de las represarías o de las recompensas de seguir el acto.
Las costumbres en cambio, vienen
de la comodidad de seguir la rutina y el interés de no contrariar a los demás,
es decir la presión de la sociedad.
Las órdenes y las costumbres
tienen una cosa en común: viene de afuera, se imponen sin pedirnos permiso. En
cambio, los caprichos te salen de dentro brotan espontáneamente sin que nadie
lo mande.
Cada motivo dependiendo de las
circunstancias se manifiesta en la persona rigiendo su conducta y su forma de
actuar.
CONCLUSIÓN
Un motivo es la explicación propia más aceptable
acerca de tu conducta. Dentro de los motivos existen las órdenes, las
costumbres y los caprichos, que no hacen más que inclinar la conducta y
preferencias. Las órdenes y las costumbres, cuya fuerza es el miedo y la
comodidad respectivamente, son impuestas por factores externos, mientras que
los caprichos surgen del interior de cada quien. Respecto a las primeras es
recomendable establecer hasta qué punto pueden ser obedecidas y de las
segundas, saber que sirven exclusivamente para aspectos de rutina.
CAPITULO
TERCERO
La mayoría
de las cosas las hacemos por que son ordenes(los padres o las leyes jurídicas),
por que se acostumbra a hacerlas asi (la rutina nos la imponen los demás con su ejemplo y su presión), porque son un
medio para conseguir lo que queremos o sencillamente porque nos da la gana de
hacerlo sin mas ni mas. Pero en ocasiones importantes o cuando razonamos lo que
vamos hacer, todas estas motivaciones resultan insatisfactorias.
Cuando se
encuentra un individuo en situaciones impuestas por el azar resulta difícil
actuar de acuerdo a las órdenes, costumbres o caprichos. Todo esto tiene que
ver con la cuestión de la libertad, que es el asunto del que se ocupa
propiamente la ética, la libertad es poder decir “si” o “no”; lo hago o no lo
hago, digan lo que digan los demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me
conviene y por lo tanto no lo quiero. Libertad es decidir, teniendo plena
conciencia de aquel acto y sus consecuencias. Y para no dejarse llevar no hay
otro remedio mas eficaz que intentar pensar al menos dos veces lo que se esta
haciendo. La primera vez que se piensa, se concluye el razonamiento afirmando
que se hace por ser una orden de algún superior, por que es una costumbre
hacerlo, por que me da la gana.
Pero si se
piensa por segunda vez se termina por cuestionar las respuestas primeras y
pensar que se esta esclavizado por nuestras propias acciones.
Lo mismo
sucede respecto a las costumbres. Si no se piensa lo que se hace más que una
sola vez, quizás baste pensar que se actúa así por costumbre. Pero porque
siempre se debe actuar de una sola manera que al parecer es insatisfactoria.
Muchas veces se tienen ganas de hacer cosas que en seguida se vuelven
perjudiciales y por lo consiguiente se arrepiente la persona de sus acciones.
Una acción
nunca es buena solo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saber
si algo resulta de veras conveniente o no, se tiene que examinar lo que se
hace, razonándolo por si mismo. Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir:
nadie pude dispensarme de elegir y buscar por mi mismo.
La palabra
moral etimológicamente tiene que ver con las costumbres, pues eso significa la
palabra latina mores. Sin embargo hay costumbres y ordenes que pueden ser malas
es decir inmorales, por muy ordenadas y acostumbradas que se nos presenten. Si
queremos profundizar en la moral de la verdad, si queremos emplear de forma
adecuada nuestra libertad que poseemos, mas vale dejarse de órdenes, costumbres
y caprichos.
Las
palabras bueno y malo no solo se aplican a comportamientos morales, ni siquiera
a personas. En cuestiones terrenales lo bueno es decir lo que nos conviene es
bastante claro, pero si se trata de determinar si alguien es bueno o malo en
general, como ser humano, las opiniones varían mucho y esto debido a que no
sabemos para que sirve un ser humano, no hay un reglamento único para ser un
buen ser humano y además el hombre no es un instrumento para conseguir nada.
Hay muchas
formas de ser bueno y la cuestión
depende del ámbito que se mueve cada persona.
Así que la
única regla que esta latente en la ética es “haz lo que quieras”
CONCLUSION
La libertad no es sólo decidir sino
darse cuenta qué se está decidiendo. Por ello sólo es válida cuando se ha
pensado dos veces: con la primera se descubre el motivo y con la segunda se
cuestiona el mismo. “Nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una
costumbre o un capricho” A veces con eso basta, pero casi siempre se necesita
del razonamiento para determinar si es o no conveniente algo. Todo esto forma
parte de inventar nuestra propia vida y no vivir de a acuerdo a lo que los
otros inventan por nosotros. “Moral” son aquéllas reglas o normas que
consideramos válidas, mientras que la ética se encarga de cuestionar por qué lo
son. Hay cosas buenas y malas que nada tiene que ver con la moral y de las
cuales conocemos concretamente su utilidad; tratándose de seres humanos, sin
embargo, resulta difícil esta clasificación, pues ignoramos para qué sirven. Lo
único que se sabe es que la ética se basa en una frase: “Haz lo que quieras”
CAPITULO
CUARTO
“haz lo que quieras” como lema fundamental de la ética es
sencillamente que hay que dejarse de ordenes y costumbres, de premios y
castigo; en una palabra, de cuanto quiere dirigir desde afuera, y que se tiene
que plantear desde nuestros adentros.
Si se desea saber que se debe
hacer con la libertad de cada quien se debe interrogar sobre el uso de esta.
El lema “haz lo que quieras”
parece al parecer una orden de todas maneras, “haz esto y no lo otro”, aunque
sea la orden de se actué de forma libre.
La aparente contradicción que
encierra el lema “haz lo que quieras”no es sino un reflejo del problema
esencial de la libertad misma: a saber que no somos libres de no ser libres,
que no tenemos mas remedio que serlo. Actuar como esclavo u obedecer a todas
las órdenes solo es una visión de tu libertad porque así se decidió y se
quiere, en uso de la libertad.
De modo que “haz lo que quieras”
no es mas que una forma de expresar que se tome en serio el problema de tu
libertad, lo que nadie puede dispensar al individuo de la responsabilidad
creadora de escoger su camino.
Pero una cosa es “haz lo que
quieras” y otra muy diferente son los caprichos es decir hacer lo que primero
que se te venga en gana.
Pero a veces con los caprichos no
se gana sino se pierde, a veces los hombres queremos cosas contradictorias que
entran en conflicto unas con otras. Es importante ser capaz de establecer
prioridades y de imponer una cierta jerarquía entre los caprichos y lo que en
el fondo a la larga se quiere.
La vida esta hecha de tiempo,
nuestro presente esta lleno de recuerdos y esperanzas además de eso nuestra
vida esta hecha de relaciones con los demás, son una parte de nuestra esencia
que nos hace ser quienes somos.
Haz lo que quieras es pensar con
detenimiento y a fondo que es lo que se quiere.
El lema ético “haz lo que quieras”
en el fondo es el grito de; atrévete a darte la buena vida. La ética no es más
que el intento racional de averiguar como vivir mejor. Solo quien ha nacido
para esclavo o quien tiene tanto miedo a la muerte que cree que todo le da
igual que de dedica a los caprichos y vive de cualquier manera.
Ser humano; consiste en tener
relaciones con los otros seres humanos, por lo tanto la buena vida humana es
buena vida entre seres humanos o de lo contrario puede ser vida pero no será
buena ni humana, los hombres lo que queremos ser es humanos, no, herramientas
ni bichos. Y queremos también ser tratados como humanos, por que eso de la
humanidad depende en buena medida de lo que
lo unos hacemos con los otros, pero el hombre no nace ya hombre del todo ni nunca llega a serlo si los
demás no le ayudan, porque el hombre no es solamente una realidad biológica,
natural, sino también una realidad
cultural (lenguaje, símbolos, costumbres).
La humanización (es decir, lo que
nos convierte en humanos, en lo que queremos ser) es un proceso reciproco, es
decir para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo que hacerles humanos a
ellos. Por eso darse la buena vida no es otra cosa que dar la buena vida a los
semejantes.
CONCLUSIÓN
“Haz lo que quieras” es abandonar lo que nos rige
desde el exterior y enfocarse a lo que la propia voluntad reclama desde el
fuero interno. La misma contradicción que hay en “Haz lo que quieras” (que así
como abre una infinita gama de posibilidades puede reducirla a una elección
entre dos), se presenta en la libertad, pues no somos libres de elegirla o no,
sino que “estamos condenados a la libertad”, como afirmó Jean-Paul Sartre. Para
no reducir la frase a un simple capricho, es importante establecer prioridades
entre los deseos repentinos y aquellos a largo plazo.
La ética es alcanzar la buena vida humana, que es la
que incluye relaciones con otros seres humanos, no a costa de ellos. Todos tenemos
una realidad biológica pero, para llegar a ser hombres, se necesita de otros
que fundamenten nuestra realidad cultural mediante enseñanzas. La base de
nuestra cultura es el lenguaje, por lo que hablar y escuchar a alguien, es
tratarlo como persona. Es un proceso recíproco igual que la humanización, pues
darse la buena vida es al final igual que dar la buena vida.
CAPITULO
QUINTO
Esta bastante claro lo que
queremos (darnos la buena vida) pero no lo esta tanto eso de la buena vida. Y es
que querer la buena vida no es un querer cualquiera, como por ejemplo los
quereres simples (lentejas, cuadros, etc.) se fijan en un solo aspecto de la
realidad: no tienen perspectiva de conjunto, pero no solo de superficialidades
vive el hombre.
La muerte es una gran
simplificadora, cuando alguien esta a punto de morir se olvida de los más
mínimos detalles de la vida (que son los que hacen diferencia), y se dedica
solo a esperar el momento trágico. La vida en, cambio, es siempre complejidad y
casi siempre complicaciones. Si rehuyes de toda complicación y buscas la gran
simpleza no se busca vivir mas y mejor, sino morirte de una vez.
La verdad del materialismo es que
las cosas que tenemos nos tienen ellas también a nosotros en contra partida. Lo
grave del asunto es tratar a las personas como cosas. Y la mayor complejidad de
la vida es precisamente que las personas
no son cosas.
Para comprender en que consiste
eso de darse la buena vida hay que desengañarse de las cosas y del materialismo
y no dejarse influenciar por los demás.
Si los hombres fuésemos simples
cosas, con lo que las cosas pueden darnos nos bastaría. Pero eso es una
complicación: que como no somos puras cosas, necesitamos cosas que las cosas no
tienen. Cuando tratamos a los demás como cosas, lo que recibimos de ellos son
también cosas, pero de esa forma nunca nos darán esos dones mas sutiles que
solo las personas pueden dar.
En resumen, esa complicidad
fundamental que solo se da entre iguales, no nos pueden ofrecer más que a otras
personas a las que tratamos como tales. Lo del trato es importante porque los
humanos nos humanizamos unos a otros. Al tratar a las personas como a personas
y no como a cosas estoy haciendo posible que me devuelvan lo que solo una
persona puede darle a otra.
A veces uno puede tratar a los
demás como a personas y no recibir mas que coses, traiciones o abusos, pero al
menos contamos con el respeto de una persona, aunque no se mas que una:
nosotros mismos. Al no convertir a los otros en cosas.
Para darse la buena vida es necesario
escuchar nuestra voz interna y cumplirla de tal modo que nos satisfaga a
nosotros mismos, sin oír los rumores de los demás.
Precisamente la ética lo que
intenta es averiguar en que consiste en el fondo, mas allá de lo que nos
cuenten o de lo que vemos, esa buena vida que nos gustaría vivir. Para todo
ello se necesita poner atención que es, la disposición a reflexionar sobre lo
que se hace y a intentar precisar lo mejor posible el sentido de esa buena vida
que queremos vivir. Sin cómodas pero peligrosas simplificaciones, procurando
comprender toda la complejidad del asunto de este vivir humanamente.
La primera e indispensable
condición ética es la de estar decidido a no vivir de cualquier modo: estar
convencido de que no todo da igual.
La moral nos enseña a comprender
porque ciertos comportamientos nos convienen y otros no, comprender de que va
la ética y que es lo que puede hacerla “buena” para nosotros los humanos. Pero
la última palabra la tenemos nosotros, nadie puede ser libre por nosotros.
CONCLUSIÓN
No tener perspectiva de conjunto es simplificar, el
dinero e incluso la muerte es simplificar. La vida en cambio es complejidad y
complicaciones. “Lo que poseemos nos posee” y pasamos la vida creyendo que
atesorar cosas es vivir, y no reparamos en pensar que de las cosas sólo salen
cosas. Como humanos necesitamos una complicidad fundamental que sólo se da
entre iguales. Las traiciones y los abusos se dan, pero convertir a los demás
en cosas es la forma incorrecta de defender el derecho propio a no ser tratado
como tal. Ya que ninguna buena vida puede ser sin cosas, es básica la atención,
es decir, la reflexión acerca del sentido de esa buena vida. Como condición
ética principal está no tomar la certeza de la muerte como un pretexto para
vivir de cualquier modo, sino intentar comprender a cada momento de qué está
tratando la vida y cómo se la hace buena para uno, no para los demás, pues
“nadie puede ser libre por ti.”
CAPITULO
SEXTO
La única obligación que tenemos
los hombres en esta vida es no ser moralmente imbéciles. La palabra imbécil, viene
del latín baculus que significa “bastón”: el imbécil es el que necesita bastón
para caminar. Si el imbécil cojea no es de los pies, sino del ánimo: es su
espíritu el débil y cojitranco, hay imbéciles de varios modelos a seguir:
a) El que
cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual
b) El que
cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que
se presenta
c) El que no
sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Todo lo que hace esta dictado
por la opinión mayoritaria de los que le
rodean: es conformista sin reflexión o rebelde sin causa.
d) El que
sabe lo que quiere y que quiere y, más o
menos, sabe porque lo quiere pero lo quiere, con miedo o con poca fuerza. A fin
de cuentas, termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere
para mañana
e) El que
quiere con fuerza y ferocidad, en plan bárbaro, pero se ha engañado a si mismo
sobre lo que es la realidad, se despista enormemente y termina confundiendo la
buena vida con lo perjudicial.
Todos
estos tipos de imbecilidad necesitan bastón, es decir necesitan apoyarse en
cosas de fuera, ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la
conciencia.
Ser tonto
no es lo mismo que la imbecilidad, carecer de facultades raciocinas no tiene nada que ver con estar equivocado
con el precepto de la buena vida, es decir que los conocimientos humanos no le
interesan a la ética para determinar en que consiste eso de la buena vida.
Lo contrario de ser moralmente imbécil es
tener conciencia, pero la conciencia no se adquiere por azares del destino,
aunque hay personas que tienen desde pequeños un buen “oído ético” y un buen
“gusto moral”
La
conciencia que nos curara de la imbecilidad moral consiste en:
a)
Saber que no todo da igual porque queremos realmente
vivir bien, humanamente bien
b)
Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos
corresponde a lo que de veras queremos o no.
c)
A base de práctica, ir desarrollando el buen gusto
moral, de tal modo que haya ciertas cosas que nos repugnen espontáneamente
hacer.
d)
Renunciar a buscar coartadas que disimulen que somos
libres y por tanto razonablemente responsables de las consecuencias de nuestros
actos.
Una
persona que es egoísta sin ser imbécil es aquella que quiere lo mejor para el
mismo es decir busca la buena vida,
dando se cuenta que los humanos necesitamos para vivir bien algo que
sólo otros humanos pueden darnos si nos lo ganamos, pero que es imposible de
robar por la fuerza o los engaños. Cuando se roba, ese algo (respeto, amistad,
amor) pierde todo su buen gusto y a la larga es contraproducente.
Solo
deberíamos llamar egoísta consecuente al que sabe de verdad lo que le conviene
para vivir bien y se esfuerza en conseguirlo, y no al imbécil que cree ser
feliz con lo que tiene o posee pero al final se fastidia el mismo.
Todo acto
realizado por el hombre arrastra consigo un conjunto de aspectos de gran
importancia: remordimientos, culpa, responsabilidad.
Los
remordimientos provienen de nuestra libertad, si no fuésemos libres no
mentiríamos culpa (ni orgullosos) de nada y evitaríamos los remordimientos. Por
eso, cuando sabemos que hemos hecho algo vergonzoso, procuramos asegurar que no
tuvimos otro remedio que obrar así, que no pudimos elegir, o simplemente se
niega su suceso.
De lo que
se trata esto de no ser imbéciles es de tomarse en serio la libertad, o sea de
ser responsable. Y lo serio de la libertad es que tiene efectos individuales,
que no se pueden borrar a conveniencia una vez producidos.
Lo
verdaderamente grave de la libertad es que cada acto libre que se realiza
limita las posibilidades al elegir y ejecutar una de ellas.
De modo
que lo que llamamos remordimiento no es más que el descontento que sentimos con
nosotros mismos cuando hemos empleado mal la libertad, es decir, cuando la
hemos utilizado en contradicción con lo que de veras queremos como seres
humanos. Y ser responsables es saberse auténticamente libre, para bien y para
mal, de modo que podamos enmendar lo malo que pueda enmendarse y aprovechar al
máximo lo bueno.
Nadie a
vivido nunca en tiempos completamente favorables, en los que resulte sencillo
ser hombre y llevar una buena vida. Pero a nadie se regala la buena vida humana
ni nadie consigue lo conveniente para el sin coraje y sin esfuerzo, por lo que
la decisión de vivir bien la tiene que tomar cada cual respecto de si mismo.
El meollo
de la responsabilidad en un tipo responsable es tener conciencia real de su
libertad y la forma adecuada de aplicarla.
CONCLUSIÓN
Imbécil es aquél cuyo carácter es
débil, y nuestra obligación es evitar serlo. Hay quienes creen que no quieren
nada y todo les da igual, otros que lo quieren todo a la vez y caen en propias
contradicciones, otros que no saben lo que quieren ni intentan averiguarlo,
algunos tienen una voluntad muy débil o, en el caso contrario, muy fuerte y no
distinguen la irrealidad. Si se es imbécil, se necesita de fuerzas exteriores
en que apoyarse y con dificultad se llega a la buena vida.
Lo contrario de ser imbécil es tener
conciencia, para lo cual se requiere de cualidades innatas. Después del mínimo
de condiciones sociales y económicas adecuadas, la conciencia depende de la
atención y esfuerzo de cada individuo. Debe haber interés por vivir humanamente
bien, concordancia entre actos y deseos, desarrollar el gusto moral y enfrentar
la responsabilidad.
Un auténtico egoísta es quien quiere
y busca lo mejor para sí mismo. Aquél que se rodea de lo que le sienta mal es
un imbécil que deseaba ser egoísta. La culpa y la responsabilidad también se
relacionan con la conciencia, pero lo peor es el remordimiento que es el
descontento con nosotros mismos por emplear la libertad en contra de nuestros
deseos. Ser responsable es saberse libre para bien o para mal y estar dispuesto
a responder por los actos; actuar sin órdenes superiores con un fin de
construirse, transformarse e inventarse a sí mismo. Como la decisión de vivir
bien es personal, lo ideal sería que se volviera un tipo de vicio.
CAPITULO
SÉPTIMO
Vivir humanamente consiste en vivir
con otros o contra otros hombres, pero entre humanos, hablando con ellos, es
decir, realizar cualquier actividad con los semejantes. La ética no se ocupa de actos inherentes a
los aspectos biológicos y físicos del
hombre (comida, abrigo, seguridad, etc.), lo que a la ética le interesa, lo que constituye su
especialidad, es como vivir bien la vida humana, la vida que transcurre entre
humanos, si uno no sabe vivir la vida biológica, se pierde la vida, pero no
menos importante; el que no tiene idea de la ética, lo que pierde o malgasta es
lo humano de su vida.
Las semejanzas que comparten todos
los hombres en este mundo, que nos diferencian de animales o de plantas, son
para empezar, todos hablamos, diferentes lenguas (conjunto de símbolos y de las
relaciones entre estos). Y todos los hombres son capaces de valorar los
comportamientos, de saber que es bueno y que es malo, aunque haya diferentes
puntos de vista de acuerdo a la cultura en la que se desarrollo el individuo.
Aunque lo cierto es que por muy semejantes que sean los hombres no esta claro
de antemano cual será la mejor manera de comportarnos ante ellos.
El meollo del asunto en cuanto a
los hombres no es si su conducta me parece
conveniente o no, sino en cuanto humanos, me conviene solo por el simple
hecho de ser semejantes, por malos que sean, su humanidad coincide con la
mía y la refuerza. Sin ellos, yo podría
quizá vivir pero no vivir humanamente.
Cuando un ser humano me viene
bien, nada puede venirme mejor (ni dinero, ni posesiones, ni obsesiones).
Aunque es muy cierto que a los hombres debo tratarlos con cuidado, por si
acaso. Pero ese cuidado no puede consistir ante todo en recelo o malicia, sino
en el miramiento que se tiene que manejar las cosas frágiles; el vinculo de
respeto y amistad con otros humanos.
Hay dos cosas importantes en
cuanto al trato entre hombres y son:
Primera: que quien roba, miente,
traiciona, viola, mata o abusa de cualquier modo de uno no por ello deja de ser
humano, y quien ha llegado a ser detestable, como sigue siendo humano aun puede
transformarse de nuevo en lo mas conveniente para nosotros. Segunda: una de las
características principales de todos los humanos es nuestra capacidad de
imitación. La mayor parte de nuestro comportamiento y de nuestros gustos lo
copiamos de los demás. Si no fuéramos tan copiones constantemente cada hombre
debería empezarlo todo desde cero. Por eso es tan importante el ejemplo que
damos a nuestros congéneres sociales: es casi seguro que en la mayoría de los
casos nos tratarían tal como se vean tratados.
Las personas que actúan de una
forma inadecuada para la sociedad y en contra de la humanidad, es decir, los
que tratan a los demás humanos como a enemigos en lugar de procurar su amistad.
La mayoría de los supuestos
“malos” actúan así por que son desgraciados, si se comportan de manera hostil y
despiadada con sus semejantes es porque sienten miedo, o soledad, o porque
carecen de cosas necesarias que otros muchos otros poseen: amor y respeto.
Por el contrario cuando una
persona se sienta más feliz y alegre, menos ganas tendrá de ser malo.
La mayor ventaja que podemos
obtener de nuestros semejantes no es la posesión de las cosas, sino de la
complicidad y afecto de más seres vivos. Es decir, la ampliación y refuerzo de
mi humanidad.
Tratar a las personas como
personas, es decir, humanamente, no es otra cosa que intentes ponerte en su
lugar. Reconocer a alguien como semejante implica sobre todo la posibilidad de
comprenderle desde dentro, de adoptar por un momento su propio punto de vista.
Tener conciencia de mi humanidad
consiste en darme cuenta de que, pese a todas las muy reales diferencias entre
individuos, estoy también en cierto modo dentro de cada uno de mis semejantes.
Ponerse en el lugar de otro es
algo más que el comienzo de toda comunicación simbólica con el: se trata de
tomar en cuenta sus derechos. Y cuando los derechos faltan, hay que comprender
sus razones. Pues eso es algo a lo que todo
hombre tiene derecho frente a los demás hombres.
El único interés del hombre, el
más importante y absoluto es: el interés de ser humano entre los humanos, de
dar y recibir el trato de la humanidad sin el que no pueda haber buena vida. Por mucho que pueda interesarte
algo, si miras bien nada puede ser tan interesante para ti como la capacidad de
ponerte en el lugar de aquellos con los que tu interés te relaciona. Y al
ponerte en su lugar no solo debes de ser capaz de atender a sus razones, sino
también de participar de algún modo en sus pasiones y sentimientos, en sus
dolores, anhelos y gozos. Se trata de sentir simpatía o compasión por el otro,
es decir ser capaz de experimentar en cierta manera al unísono con el otro.
Todo esto resumido en la frase
poética de Shakespeare: “todos los humanos estamos hechos de la sustancia con
la que se trenzan los sueños”.
Tomarle al otro en serio, es
decir, ser capaz de ponerte en su lugar para aceptar prácticamente que es tan
real como nosotros, esto no significa que siempre se le deba de dar la razón en
lo que reclama o dice, o haya que imitarlo en cualquier acto que realice. El
verdadero sentido de ponerme en el lugar de otro es hacer un esfuerzo de
objetividad por ve las cosas como el las ve, no echar al otro y tu ocupar su
sitio.
Para entender del todo lo que el
otro puede esperar de ti no hay mas remedio que amarle un poco, y ese pequeño
pero importantísimo amor ninguna ley instituida puede imponerlo. Quien vive
bien debe ser capaz de una justicia (habilidad o esfuerzo que debe hacer cada
uno para entender lo que nuestros semejantes pueden esperar de nosotros de manera imparcial)
simpática, o de una compasión justa.
CONCLUSIÓN
La ética habla de cómo vivir bien entre humanos. Sin
embargo hay criterios distintos acerca de lo aceptable y lo inaceptable. Lo
cierto es que lo conveniente es aquello sin lo cual se vive, mas no
humanamente. Incluso quien comete cualquier fechoría sigue siendo humano pues
cuenta con la posibilidad de transformarse. Una característica del ser humano
es la imitación, por lo que el ejemplo que se le da a los semejantes es básico.
Muchos malos lo son porque son desgraciados, están solos, temerosos y son
ignorantes. Lo más valioso que obtenemos de nuestros semejantes es la
posibilidad de tener la complicidad y afecto de más seres libres, es la forma
en que la propia humanidad se refuerza. La libertad no sirve a nada ni nadie,
se contagia.
Al perjudicar al prójimo el más perjudicado es al
final uno mismo. Tratar a las personas humanamente es saber ponerse en su
lugar; ser conciente que, pese a las diferencias que entre todos existen,
siempre se está de algún modo dentro de los semejantes; o reconocer sus
derechos y razones para considerarle igual de real y serio como uno mismo. Los
propios intereses no son malos, pero sí relativos; el único absoluto es el de
ser humano entre los humanos que conduce a la buena vida.
La clave de todo es sentir simpatía y lograr ponerse
en el lugar del otro es un arte; se requiere de objetividad para ver las cosas
a su manera sin ocupar su sitio, pero principalmente se necesita un
conocimiento de la justicia. La virtud de la justicia es la habilidad y el
esfuerzo para saber lo que nuestros semejantes esperan de nosotros, y esto no
se logra obedeciendo leyes que establecen sólo el mínimo de esto, sino amando
un poco a cada persona como cosa indispensable para vivir bien.
CAPÍTULO OCTAVO
Cuando
la gente habla de “moral” y sobre todo de “inmoralidad”, el mayor porcentaje lo
relaciona con sexo. Tanto que algunos creen que la moral se dedica ante todo a
juzgar lo que la gente hace con sus genitales. El error no puede ser más
garrafal.
En
el sexo, de por si, no hay nada de inmoral mas que en la comida, que en los
paseos por el campo; aunque claro hay individuos que pueden comportarse
inmoralmente en el sexo (utilizándolo para dañar a otras personas).
Todos
los individuos tenemos un cuerpo, el cual sin satisfacciones y bienestar, no se
logra vivir adecuadamente o llevar una vida buena que valga la pena.
Desde
luego, una de las funciones indudablemente importantes del sexo es la
procreación. Y es una consecuencia que no debe tomarse a la ligera por que
lleva implícitas responsabilidades, obligaciones éticas, que conlleva la
libertad humana. Pero la experiencia sexual no puede limitarse simplemente a la
función procreadora.
En
los seres humanos, los dispositivos naturales para asegurar la perpetuación de
la especie tienen siempre otras dimensiones que la biología no parece haber
previsto. Se le añaden símbolos y refinamientos, invenciones preciosas de esa
libertad sin la que los hombres dejaríamos de ser hombres.
Los
humanos en cuestiones de necesidades fisiológicas y naturales, hemos superado
las condiciones de los animales por que hemos inventado una amplia gama de
símbolos, ideas e incluso supersticiones que elevan las actividades del humano
sobre las del hombre. Cuanto mas se separa el sexo de la simple procreación,
menos animal y mas humano resulta la actividad. Claro que de ello se derivan
consecuencias buenas y malas, como siempre que la libertad esta en juego.
Lo
que se agazapa en toda esa obsesión sobre
la “inmoralidad” sexual no es ni más ni menos que uno de los más viejos
temores sociales del hombre: el miedo al placer. Y como el placer sexual
destaca entre los más intensos y vivos que pueden sentirse, por eso se ve
rodeado de tan enfáticos recelos y cautelas. A lo largo de los siglos, las
sociedades siempre han intentado evitar que sus miembros se aficionen a darle
placer al cuerpo a todas horas, olvidando el trabajo, la previsión del futuro y
la defensa del grupo.
El
placer nos distrae a veces más de la cuenta, cosa que nos puede resultarnos
fatal. Por eso los placeres se han visto siempre acosados por tabúes y
restricciones, cuidadosamente racionados, permitidos solo en ciertas fechas,
etc.: se trata de precauciones sociales
para que nadie se distraiga demasiado del
peligro de vivir.
Por
otro lado están los que solo disfrutan
no dejando disfrutar. Tienen tanto miedo a que el placer les resulte
irresistible, se angustian tanto pensando lo que les pueda pasar si un día se
entregan al placer, que se convierten en calumniadores profesionales del
placer.
Todo
puede llegar a sentar mal o servir para hacer mal, pero nada es malo solo por
el hecho de que te de gusto por hacerlo. A los calumniadores profesionales del
placer se les llama “puritanos”, y es aquel que asegura que la señal de que
algo es bueno consiste en que no nos gusta hacerlo, el que sostiene que tiene
mas merito sufrir que gozar, y además de todo se creen los guardianes de la
moral y los centinelas de su adecuado uso, aunque sea todo lo contrario en la
realidad.
El
puritanismo es la actitud mas opuesta que puede darse a la ética, todo lo dicho
anteriormente se resume en la frase de Michael de Montaigne: “Hay que retener
con todas nuestras uñas y dientes el uso de los placeres de la vida que los
años nos quitan de entre las manos unos después de otros”. Pero eso no quiere
decir que se tenga que buscar todos los placeres hoy sino que se debe buscar
todos los placeres de hoy. Uno de los medios más seguros de estropear goces del
presente es empeñarse en que cada momento tenga de todo y le brinde las
satisfacciones más dispares e improbables.
Lo
bueno es usar los placeres, es decir, tener siempre cierto control sobre ellos
que no les permita revolverse contra el resto de lo que forma tu existencia personal.
El
placer es muy agradable pero tiene una fastidiosa tendencia a lo excluyente: si
te entregas a el con demasiada generosidad es capaz de irte dejando sin nada
con el pretexto de hacértelo pasar bien. Usar los placeres de forma adecuada,
es no permitir que cualquiera de ellos te
borre la posibilidad de todos los otros y que ninguno te esconda por
completo el contexto de la vida.
La
diferencia entre uso y el abuso es precisamente que: cuando usas un placer,
enriqueces tu vida y no solo el placer sino que la misma vida te gusta cada vez
mas, es señal de que estas abusando el notar que el placer te va empobreciendo
la vida y que ya no te interesa la vida sino solo ese particular placer.
Uno
de los efectos benéficos del placer es disolver todas esas armaduras de rutina
que llevamos puesta y que a menudo nos amargan más de lo que nos protegen, al
perder esas corazas parecemos “morir” respecto a lo que habitualmente somos,
pero renacemos con nuevos bríos y mas animosos. Sin embargo se debe de
desconfiar de los placeres cuyo principal encanto parezca ser el “daño” y el
“peligro” que proporcionan. Cuando un placer te mata, o esta siempre –para
darte gusto- a punto de matarte o va matando en ti lo que en tu vida hay de
humano es un castigo disfrazado de placer.
La
ética consiste en apostar a favor de que la vida vale la pena, ya que hasta las
penas de la vida valen la pena. Y valen la pena porque es a través de ellas
como podemos alcanzar los placeres de la vida, siempre contiguos.
La
mayor gratificación que puede darnos algo en la vida es la alegría. Todo cuanto
lleva a la alegría tiene justificación y todo lo que nos aleja sin remedio de
la alegría es un camino equivocado.
La
alegría es un si espontáneo a la vida que nos brota de dentro, a veces cuando
menos lo esperamos. Un si a lo que somos o lo que sentimos ser. El placer es
estupendo y deseable cuando sabemos ponerlo en servicio de la alegría, pero no
cuando la enturbia o la compromete. Y es que la alegría es una experiencia que
abarca placer y dolor, muerte y vida.
Al
arte de poner el placer al servicio de la alegría, es decir, a la virtud que
sabe no ir a caer del gusto en el disgusto, se suele llamar templanza.
La
templanza es amistad inteligente con lo que nos hace disfrutar de la vida
plenamente sin caer en excesos o en carencias.
CONCLUSION
Existe una gran
censura sobre todo lo que implica placer corporal y no reparamos en pensar que
sin su satisfacción no hay vida buena. Disfrutar nunca será malo mientras no
dañe a nadie, es lo que nos aleja de ser animales; el sexo con fines únicos de
procreación es por el contrario lo que nos aleja de lo humano. Hay quienes
temen al placer porque les gusta demasiado y distrae. Otros “disfrutan no
dejando disfrutar”, ellos son calumniadores o incluso puritanos, para quienes
lo bueno es lo que nos disgusta hacer y sufrir es más meritorio que gozar, lo
que en realidad nada tiene de moral o ético.
Usar los placeres es
tener un control sobre ellos que impida que se mezclen con otros aspectos de la
vida personal y así se nos enriquecemos. Sin embargo su carácter excluyente
puede conducir a un empobrecimiento debido a la pérdida de interés en cualquier
otra cosa. El placer que mata no es placer, sino un castigo. La templanza es el
arte de poner el placer al servicio de la alegría, que acepta vida y muerte,
placer y dolor. Quienes optan por su contrario, la abstinencia, desconfían de
todo lo que les gusta. El placer más triste es la culpa; considerar algo más
que placer como un crimen es reclamar un castigo. Es falso creer que siempre se
goza a costa de otros, el interés y la ayuda que se les brinde va por otro
camino distinto al disfrutar propio.
CAPÍTULO
NOVENO
La ética, no es una
arma arrojadiza que perjudique al prójimo, para lo único que sirve la ética es
para intentar mejorarse a uno mismo, no para reprender elocuentemente al
vecino, y lo que la ética sabe es que cada ser humano es único y diferente a su
etilo.
En una democracia
políticos somos todos, directamente o indirectamente (representación de otros),
las ideas de que los políticos son igualmente de inmorales proviene de que
ocupan lugares especialmente visibles que se les otorgaron por su parecido o
semejanza con la sociedad. Sus defectos son más públicos que los de las
restantes personas. Las sociedades igualitarias, es decir, democráticas, son muy poco caritativas con quien escapa a
las medidas por encima o por abajo: al que sobresale, apetece apedrearlo; al
que se va al fondo se le pisa sin remordimiento.
La ética y la
política tienen mucho que ver y se relacionan entre si, en cuanto a su
finalidad, ambas parecen fundamentalmente emparentadas: la ética es el arte de
elegir lo que mas nos conviene y vivir lo mejor posible; el objetivo de la
política es el de organizar lo mejor posible la convivencia social, de modo que
cada cual pueda elegir lo que le conviene.
Sin embargo, tampoco
faltan las diferencias importantes entre la ética y política. Para empezar la
ética se ocupa de lo que uno mismo hace con su libertad, mientras que la
política intenta coordinar de la manera más provechosa para el conjunto lo que
muchos hacen con sus libertades. En la ética, lo importante es querer bien,
porque no se trata mas que de lo que cada cual hace porque quiere, para la
política, en cambio, lo que cuentan son los resultados de las acciones, se
hagan por lo que se hagan, y el político intentara presionar con los medios a
su alcance –incluida la fuerza- para obtener ciertos resultados y evitar otros.
Desde el punto de
vista ético, es decir, desde la perspectiva de lo que conviene para la vida
buena la organización política preferible debe de ser:
a) como
todo proyecto ético parte de la libertad, sin la cual no hay vida buena que
valga, el sistema político deseable tendrá que respetar al máximo –o limitar
mínimamente- las facetas publicas de la libertad humana. Nuestro mayor bien es
ser libres. Desde luego, un régimen político que conceda la debida importancia
a la libertad insistirá también en la responsabilidad social de las acciones y
omisiones de cada uno. Por regla general, cuanto menos responsable resulte cada
cual de sus meritos o fechorías menos libertad se esta dispuesto a concederle.
b) Principio
básico de la vida buena, es tratar a las personas como a personas, es decir:
ser capaces de ponernos en el lugar de nuestros semejantes y de relativizar
nuestros intereses para armonizarlos con los suyos. Es decir, se trata de
aprender a considerar los intereses del otro como si fuesen tuyos y los tuyos
como si fuesen de otro. A esta virtud se le llama justicia y no puede haber
régimen político decente que no pretenda, por medio de leyes e instituciones,
fomentar la justicia entre los miembros de la sociedad. La única razón para
limitar la libertad de los individuos cuando sea indispensable hacerlo es
impedir, incluso por la fuerza sino hubiera otra manera, que traten a sus
semejantes como cosas o incluso peor como animales. A esta condición que puede
exigir cada humano de ser tratado como semejante a los demás, sea cual fuere su
sexo, color de piel, ideas o gustos, etc., se le llama dignidad
c) La
experiencia de la vida nos revela en carne propia, incluso a los más
afortunados, la realidad del sufrimiento. Tomarse al otro en serio, poniéndonos
en su lugar, consiste no solo en reconocer su dignidad de semejante sino
también en simpatizar con sus dolores, con las desdichas que por error propio,
accidente fortuito o necesidad biológica le aflige, como antes o después pueden
afligirnos a todos. Una comunidad política deseable tiene que garantizar dentro
de lo posible la asistencia comunitaria a los que sufren y la ayuda a los que
por cualquier razón menos pueden ayudarse a si mismos, sin pisotear su dignidad
y libertad.
Quien
desee la vida buena para si mismo, de acuerdo al proyecto ético, tiene también
que desear que la comunidad política de los hombres se base en la libertad, la
justicia y la asistencia
TENDRÁS
QUE PENSÁRTELO
Wittgenstein notable
filósofo, consideraba tan imposible escribir un verdadero libro sobre ética que
afirmó: “si un hombre pudiese escribir un libro sobre ética, ese libro, como
una explosión, aniquilaría todos los demás libros del mundo”.
Hay diferentes
cuestiones igual de importante que son: ¿Tiene sentido la vida? ¿Merece la pena
vivir? ¿Hay vida después de la muerte?
La vida tiene
sentido y sentido único; va hacia delante, no se repiten jugadas y no suelen
repetirse o corregirse. Por eso hay que reflexionar sobre lo que uno
quiere y fijarse en lo que se hace.
Después guardar siempre animo ante los fallos, porque la suerte también juega y
a nadie se le deja acertar en todas las ocasiones. El sentido de la vida se
resume así; primero, procura no fallar; luego procura fallar sin desfallecer.
En cuanto a si
merece la pena vivir, esa cuestión la confronta Samuel Butler, un escritor
ingles, en su frase: “esa es una pregunta para un embrión, no para un hombre.”
Cualquiera que sea
el criterio que elijas para juzgar si la vida vale la pena o no, lo tendrás que
tomar de esa misma vida en la que ya estas sumergido. Incluso si rechazas la
vida, lo harás en nombre de los valores vitales, de ideales o ilusiones que has
aprendido durante el oficio de vivir.
Toda ética digna de
ese nombre parte de la vida y se propone reforzarla, hacerla mas rica. El
individuo es solo bueno si siente una
antipatía activa por la muerte, sin miedo.
Lo que interesa para
la ética no es si hay vida después de la muerte, sino que haya vida antes. Y
que esa vida sea buena, no simplemente supervivencia o miedo constante a morir.
La cuestión que nos
interesa es de cómo se debe vivir mejor, la cual tiene respuesta solo en el
fuero interno de cada persona y eso por
tres razones:
a) Por
la propia incompetencia de las personas para tratar de enseñar algo que no esta
al alcance de sus manos, o por una serie de razones muy personales, nadie puede
enseñar a nadie el arte de vivir bien.
b) Porque
vivir no es una ciencia exacta, como las matemáticas, sino un arte, como la
música. El arte de vivir le viene muy bien a quien tiene condiciones, pero
aquel que carece de algo físico o psicológico el arte de vivir le da igual.
c) La
buena vida no es algo general, fabricado en serie, sino que solo existe a la
medida. Cada cual debe ir inventándosela de acuerdo con su individualidad,
única, irrepetible… y frágil.
En
lo de vivir bien, la sabiduría o el ejemplo de los demás pueden ayudarnos pero
no sustituirnos…
La ética no puede
suplir del todo la deficiencia (falta de ordenes para vivir bien) porque no es
mas que la crónica de los esfuerzos de los esfuerzos hechos por los humanos
para remediarla.
La ética lo único que puede decirte es que busques y
pienses por ti mismo, en libertad sin trampas: responsablemente. Y como se
trata de elegir, se debe procurar elegir siempre aquellas opciones que permiten
luego mayor número de otras opciones posibles, no las que te dejan cara a la
pared. Elige lo que te abre: a los otros, a nuevas experiencias, a diversas
alegrías.
CONCLUSION
El libro trata de lo que se puede hacer
con la vida, de sus sentido que es procurar no fallar o fallar sin desfallecer,
de comprender que vivir es un arte, no una ciencia y por ello la buena vida es
a la medida de cada quien. Debemos elegir siempre lo que nos abra a más
opciones y nunca perder la confianza.
DIEZ AÑOS
DESPUÉS:
ANTE EL
NUEVO MILENIO
Ni los siglos ni los
milenios constituyen una medida adecuada para la vida real de la gente
corriente que difícilmente vivirá un
siglo. Las cosas que mas cuentan para nosotros los mortales, con sus placeres y
dolores suelen ocuparnos menos tiempo de lo que pensamos. La fecha no influye
para nada en lo que ocurre: al contrario, es lo que ocurre lo que hace
destacarse la fecha que empleamos para situar históricamente un suceso
extraordinario.
A fin de cuentas, la
cronología es como la numeración de las páginas de un libro: no determina lo
que se cuente en cada una de ellas. De modo que si el cambio de siglo o de
milenio se ve cerca nada va a ocurrirnos ni de bueno ni de malo.
Lo que se debe tomar
en cuenta de manera importante es el sabio consejo de un cuento chino:
“los humanos nacen,
aman, luchan y mueren”. ¿Acaso no es siempre así en todos los países y
culturas, en todas las épocas? ¿Hace falta realmente saber mucho mas para
afrontar con conocimiento de causa el proyecto permanentemente abierto de la
buena vida?
La
moraleja de la sabiduría china expresa que no es necesario esperar cada
tridente ni siquiera cada siglo novedades esenciales que modifiquen las bases
de reflexión de la ética. Sin embargo, una cosa son los principios y otra su
aplicación concreta en cada momento histórico.
El
ser humano existe en tres registros, interrelacionados unos con otros: como
persona individual, como sociedad y como especie. Durante siglos contó mucho la
sociedad (el grupo, la tribu, la comunidad, la nación) y poco la persona
individual. Desde hace algunos pocos siglos el individuo se fue haciendo cada
vez más importante, lo cual obligo a transformar el tipo de sociedades en las
que vivimos, haciendo las más democráticas y abiertas para todos.
Pero
lo característico de nuestro siglo y del próximo, es tomar conciencia de que
pertenecemos a una misma especie y que la humanidad en su conjunto debe
interesarse salvarse toda junta o pereceremos todos, unos antes que otros.
Hablar de especie humana no es manejar un concepto meramente biológico, sino
que apunta a un proyecto común, a una forma de comprender lo humano desde una
fraternidad básica. Equivale a algo que podríamos resumir así: ser humano es no
poder entenderse a uno mismo si te desentiendes de los demás. Lo complicado de
todo esto comienza cuando tenemos que aceptar al diferente, al extraño, al
inmigrante o al extranjero. Después de todo, los humanos somos animales gregorianos y por tanto nos
gusta vivir en rebaño, es decir, entre quienes mas se nos asemejan. Pero de pronto
llega alguien que no pertenece a nuestro clan, que tiene características
diferentes a nosotros. Entonces desconfiamos y nos volvemos agresivos y
peligrosos…
La
mayoría de las veces el otro resulta incomprensible porque nadie tiene
paciencia para tomarse la molestia de intentar hacerse comprender como es
debido. Todo esto se resume en la sentencia de; trata al otro como tú deseas
que te traten, no como efectivamente te tratan o te trataron. A fin de cuentas,
todos los humanos somos inmigrantes en este planeta.
La
ética del buen vivir queda resumida en respetar las leyes no escritas de la
hospitalidad. Pero las obligaciones de la hospitalidad aun se extienden más
allá. El buen huésped procura no solo ser fraterno con sus semejantes sino
también respetar y cuidar al máximo la casa en la que se hospeda o en la que
hospeda a otros. Tal casa de todos es el planeta tierra que habitamos por lo
que la humanidad no se puede dar el lujo de destruirla y de derrochar sus
recursos. De modo que la hospitalidad bien entendida, es decir, éticamente
entendida, empieza por preocuparnos del buen mantenimiento de esta nuestra
casa.
RESUMEN
La entrada del nuevo
milenio poca influencia tiene sobre la ética o nuestras vidas. No son las
fechas quienes hacen significativos los acontecimientos, sino los sucesos los
que nos hacen recordar una fecha. Lo que sí se debe tener presente es que hay
que aplicar los principios éticos de acuerdo al momento histórico que se vive.
Adecuado a la actualidad, esto sería que, de sus tres existencias (como
individuo, como sociedad y como especie), el ser humano debe reforzar su
conciencia de que somos todos miembros de una especie que como conjunto debe
intentar salvarse.
Como humanos, nunca
llegaremos a entendernos a nosotros mismos si nos desentendemos de nuestros
semejantes, y no basta con respetar al prójimo si no se acepta al diferente, si
no se controlan los instintos gregarios, pues todos nos parecemos en lo
esencial. La ética es respetar las leyes no escritas de la hospitalidad, que es
a la vez recibir al extraño y ser recibido en casa ajena. Nuestra casa como
especie es la Tierra, y es ésta la que debemos cuidar y respetar.
Desde el núcleo más
pequeño, es decir, como individuos, hasta el más extenso que abarca a toda la
especie humana, la ética es básica para vivir bien y crear un ambiente de
armonía y respeto a nuestro alrededor. La libertad, para bien o para mal, es
algo tan sencillo como “haz lo que quieras”, pero no tanto lo es su aplicación,
pues en ocasiones olvidamos que ante cada decisión libre existe una responsabilidad
de enfrentar las consecuencias.
Probablemente porque
aún no conocemos lo que es la dignidad, porque no hemos entendido que todos
somos en lo esencial semejantes y tenemos el derecho de ser tratados por
personas como personas, es que vivimos todavía en épocas de guerras, maltratos
y diferencias. Nunca dejaremos de ser individuos, aún si asumiéramos un poco
nuestra naturaleza como miembros de una especie e hiciéramos algo por actuar
como una unidad que quiere rescatar su hábitat.
La ética nos abre las puertas a la libertad,
su objetivo finalmente no es otro que el de vivir la buena vida, pero lo que
aún nos cuesta trabajo entender es que esa buena vida no existe con una
conciencia intranquila, producto de una libertad mal usada. La plenitud en
todos los aspectos (físico, mental, social e incluso económico) es lo que
debemos tener como meta para vivir bien y no hacer a nuestra felicidad
dependiente de las posesiones materiales, pues en ese caso estaríamos
completamente dominados y merced de las ataduras de objetos.
En realidad la
libertad, la ética, la responsabilidad, son conceptos alrededor de los cuales
se ha creado una gran nube de dudas y cuestionamientos y que, sin embargo, son
sumamente básicos y sencillos de exponer, más no tanto de aplicar correctamente.
Debemos comprenderlos, intentar aplicarlos para experimentar los beneficios que
ofrece una buena vida y entonces aceptarlos y asimilarlos como elemento básico
de nuestra existencia. Finalmente no debería ser tarea difícil... sólo se trata
de vivir bien.
PABLO
RAMOS VICTORIA
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